Como ya se ha dicho aquí, hay algo de estética de cómic en la iconografía de Corea del Norte, empezando por su presidente, y su modo de moverse en escena, sobreactuando, haciendo muecas, teatralizando cada viñeta. Una praxis que parecía inocente, pero es imitada por Trump y su troupe, cuyo perfil se ha tornado caricaturesco, histriónico, puramente gestual, con episodios tan hilarantes como el de la flota que navega a toda máquina rumbo al enemigo, pero se para unos días a hacer maniobras administrativas. La cuestión es que esos personajes de cómic son hoy los que juegan el gran juego de la guerra, colgándoles de las caderas no dos pistolas, sino dos misiles nucleares. La ventaja es que, estando así el gran juego, puede uno tomar a broma otros juegos domésticos menores. Ah, y pido perdón a los profesionales del cómic, entre los que tengo amigos, por la comparación.
