Se me cae el alma a los pies al comprobar que estos últimos días un gran número de los montes de los concejos del Principado de Asturias están envueltos en llamas. Y eso que estamos en abril.

¡Qué vergüenza, qué irresponsabilidad, qué caos! Quemando y destruyendo nuestra verde Asturias, con lo que ello conlleva en cuanto a daño medioambiental, casi irreparable: un gasto desmesurado en la extinción y en la posterior repoblación, porque algo habrá que hacer. Pasarán muchos años antes de la recuperación de estos espacios, la mayoría arbolados. Da más rabia aún si cabe ver que la mayoría de estos incendios son causados, seguramente por vecinos de los propios concejos afectados. No sé qué fin se intenta conseguir, pero de lo quemado nada queda. Los vecinos deberíamos ser más cuidadosos con nuestros montes (comunales, vecinales en mano común, conveniados con el Principado, etcétera). Gracias a ellos, al menos en el concejo de Grandas de Salime, cuyas circunstancias conozco de manera especial, vamos percibiendo algunos beneficios (aprovechamiento de parcelas, acreditación de pastos para la PAC, mejoras en los pueblos con la venta de madera, etcétera), siempre sin coste alguno para el ciudadano.

A lo mejor desde la Administración habría que gestionar de otra forma algunos temas delicados como la fauna (osos, lobos...) y las repoblaciones. También no entrar en que si los trabajadores del SEPA, los que realizan labores de inspección, los guardias de Medio Natural... Intentar armonizar en lo posible la situación de todos estos trabajadores para una labor unificada.

No obstante, insisto, tenemos que recapacitar, colaborar, denunciar a los pirómanos y que se les condene con arreglo a la legislación. Y que si una persona indiscriminadamente pone fuego al monte se castigue como se merece. ¡Qué desastre de país!