Portavoz de IU en la Junta

El Presidente se queda solo

El pobre balance de los dos primeros años de legislatura y la inanidad del Gobierno como explicaciones del paso de IU del compromiso a la exigencia

El gobierno presidido por Javier Fernández ha entrado en un estado de coma que parece muy difícil de revertir. Los síntomas se llevan manifestando desde hace meses, pero en las últimas semanas el diagnóstico se ha vuelto evidente. Sólo el Presidente y el grupo socialista parecen ignorar lo que el resto de la ciudadanía percibe día a día. De hecho, y a lo largo de los últimos meses, le hemos venido advirtiendo de ello y transmitido nuestra preocupación ante su actitud conformista caracterizada por juzgar como muy bueno lo propio y maldicientemente lo ajeno. Sin embargo, y a nuestro juicio, hemos pasado de un naciente funcionamiento inercial y carente de impulso del ejecutivo a una parálisis y una ausencia de iniciativa que sólo ha sido rota, en el peor sentido posible, por el reciente acuerdo con el Partido Popular para reducir el impuesto de sucesiones.

El balance de esos dos años de legislatura es muy pobre. Así, por ejemplo, en materia de regeneración democrática no tenemos reforma electoral, bloqueada, ni Ley de Transparencia, bloqueada, ni Oficina Anticorrupción, bloqueada. Y nadie sabe dónde está la Ley de Participación, a pesar de haber estado comprometida su presentación al inicio del anterior periodo de sesiones. En relación con los servicios públicos, otra materia esencial para nosotros, el gobierno vive de gestas pasadas pero en estos momentos ya no hay proyecto. De la integración y universalización de la educación infantil en la etapa 0-3 no se sabe nada. El contrato-programa con la Universidad también sigue esperando. En materia sanitaria no se ha aprobado el decreto de listas de espera ni se ha iniciado tampoco la reforma de la Atención Primaria o el Plan de Salud Mental. Y lo que más nos preocupa, en aquellos asuntos que permiten desde un Gobierno marcar la dirección estratégica de la Comunidad, tales como el modelo de ordenación territorial, la protección del medio ambiente o las estrategias para el mantenimiento de la población, tampoco se ha avanzado nada.

Estos son sólo algunos de los ejemplos que se pueden poner, pero lamentablemente no agotan ni de lejos los síntomas de la inanidad que aquejan al ejecutivo del señor Fernández. Los datos son indudables y se dan en todas las consejerías; en algunas de ellas de manera tan evidente que han merecido la reprobación de sus titulares por el parlamento asturiano. Pero también resulta inocultable que este gobierno carece de liderazgo político, y de eso el Presidente es el principal responsable. Esta situación favorece que los problemas que sufrimos se enquisten y el malestar social y la desconfianza política se incrementen. Para afrontarlo le hemos pedido al Presidente del Gobierno que reaccione y dé un golpe de timón pero ha hecho caso omiso y ha respondido con el reproche negacionista a nuestro diagnóstico.

Pues bien, a este juicio le vamos a añadir una constatación, por si no estaba clara. El gobierno de Asturias está solo. Izquierda Unida ha pasado en este tiempo del compromiso con el acuerdo de investidura a la exigencia responsable desde la oposición, pero da la impresión de que eso no basta, el gobierno no acaba de entender el mensaje. Será cuestión de explicarlo sin ninguna sutileza retórica: ya no nos sentimos concernidos de ninguna manera por este Gobierno. De hecho, a día de hoy tiene el único respaldo de su grupo parlamentario, y no siempre.

Al inicio de la legislatura hicimos lo que teníamos que hacer y hoy, en las mismas circunstancias, lo haríamos nuevamente: investir a un gobierno socialista en minoría para evitar que gobernara la candidata del Partido Popular, abogar sin descanso por un gobierno plural que convirtiera en realidad institucional la aritmética parlamentaria y, entre tanto Podemos y el PSOE se neutralizan el uno al otro, favorecer acuerdos puntuales de la izquierda, conscientes de que nuestros votos no eran suficientes. El acuerdo presupuestario con el Partido Popular encendió todas nuestras alarmas pero la aprobación del proyecto de ley de reducción del impuesto de sucesiones a las rentas más altas ha supuesto la puntilla a la escasa confianza que nos quedaba en la capacidad del Presidente de impulsar un gobierno de progreso asentado en una mayoría sólida, para promover desde la izquierda políticas de cambio.

Pero que nadie se confunda, no vamos a sumarnos al inane carro de la rabia de resultados estériles. Que nadie pretenda que con nuestro comportamiento político contribuyamos, por acción u omisión, a que se abran las puertas y las ventanas que permitan la entrada de un gobierno del PP en Asturias. En definitiva no nos vamos a sumar a la inercia del gobierno, que no cuenten con nosotros para justificar su incapacidad para superar la parálisis en la que se han sumido, pero tampoco nos vamos a incorporar a una cansina geometría variable que prepare el terreno a la derecha. Hacerlo así sería tanto como aceptar una legislatura perdida para el cambio y la regeneración.

Asturias es una sociedad dinámica de actitudes, comportamientos y valores progresistas. Una sociedad que tiene grandes profesionales, investigadores punteros. Jóvenes que no sólo creen en sí mismos sino que confían en su tierra, aunque a veces se comporte con ellos como una madrastra. Trabajadoras y trabajadores sobresalientes en su oficio, celosos defensores de sus derechos pero a la vez dotados de una ética basada en la satisfacción del trabajo bien hecho heredada de las generaciones anteriores. Hombres y mujeres de toda clase a los que la frustración por la realidad presente no les impide imaginar un mejor futuro. Esa gente se merece un gobierno que se afane día a día en que se cumplan sus sueños. Y mientras otros están parados o entretenidos en sus pugnas inútiles, nosotros estamos dispuestos a liderar esa esperanza de cambio y progreso que Asturias demanda.

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