Fin de la temporada futbolera en nuestro carpetovetónico país, y preparación de la próxima con cambios y nuevos fichajes millonarios, todo un insulto, sí, a la humanidad doliente. A todos esos pueblos y gentes a los que el hambre y la miseria han convertido en parias sin techo, ni rumbo, sin nada. Porque nada tienen, absolutamente nada, a no ser su vida miserable que ignoran o desprecian los pueblos ricos y poderosos. Y miles de esa miseria humana, desesperadamente, huyen y tratan de llegar a esos países ricos y poderosos en un éxodo angustioso, pereciendo también por miles en un mar que es frontera entre la riqueza y la pobreza, entre los que tienen hambre y los que se sacian, entre los que lo tienen todo y los que no tienen nada. Que es la injusta y eterna historia en un mundo envilecido y deshumanizado.

Sí, esos fichajes futboleros de tantos millones de euros son un insulto y hasta un desprecio para los que, en casa o fuera de ella, pasan hambre y viven en la miseria. Citaremos uno nada más, como despreciable y vergonzoso ejemplo: la sociedad, empresa o lo que sea del Barcelona -politizado también por ese separatismo sedicioso y enfermizo- acaba de contratar a un nuevo jugador por 26 millones de euros, todo un pastón por dar patadas a un balón, porque la mayoría de esos jugadores millonarios no saben hacer otra cosa, porque su cerebro está únicamente en el pie con el que chutan. Nada, que si les quitas el balón seguro que no saben ni quién era Napoleón. ¡Ay, que "coltura" futbolera, Ramón!

Fútbol y futbolista los de ayer. El balón sí que era entonces un deporte y no un negocio millonario. Casuco del Real Oviedo, por ejemplo, el domingo era un fenómeno en el estadio, y el lunes un trabajador de la Fábrica de Armas. Futboleramente, sí que todo tiempo pasado fue mejor.