Otra vez más nuestro Parlamento ha dejado para septiembre una materia patente en el mundo actual, la maternidad subrogada. Otra vez los dichosos eufemismos, ni la RAE (Real Academia Española) sabe qué es la dichosa palabra. Si preguntásemos a la sociedad española sobre la aceptación de la maternidad subrogada, la mayoría diría que sí (España es muy moderna), pero si lo llamamos por su nombre, "vientre de alquiler", la cosa ya no sería tan clara.

La cosa nació como la solución para aquellas parejas que no podían tener hijos en común, es una técnica de reproducción asistida. Una mujer acepta que se le transfiera un embrión previamente engendrado en fecundación in vitro, con el fin de quedar embarazada y dar a luz a ese hijo; podríamos decir que hasta aquí bien, no teniendo en cuenta situaciones de índole religioso, ¿qué pasa con los embriones engendrados no viables?.

El problema surge, como siempre, cuando media dinero: ¿qué mujer no familiar está dispuesta a ser vientre de alquiler si no es por el pago de ese trastorno? No sólo eso, también se han dado casos de mujeres que una vez gestado se han negado a entregar a ese hijo a la pareja; ¿qué implicaciones va a tener en el futuro ese hijo, fruto de una gestación de alquiler?

Volviendo al tema económico, esto ha supuesto la entrada de verdaderas mafias, de trata de jóvenes para utilizarlas como madres de alquiler, Ciudad del Cabo, Ucrania, México, etcétera. En España y en muchos países europeos está prohibida dicha práctica, prohibido jurídicamente, no de hecho, como todos leemos a diario en la prensa.

Existen verdaderos intereses, lobbies económicos o el lobby homosexual, tan fuerte en nuestro país, que aspiran a que se apruebe la ley de maternidad subrogada en España. Me extraña que las llamadas sociedades feministas no clamen contra esta forma de venta de la mujer, porque realmente lo que se está produciendo es la venta del cuerpo de una mujer.