LA NUEVA ESPAÑA viene dedicando una especial atención en los últimos tiempos a los problemas de la investigación en el ámbito universitario. La investigación es nada más que uno de los problemas que tiene la Universidad: titulaciones, número de alumnos, exigencia de esfuerzo y rendimiento a los mismos y un largo etcétera constituyen, asimismo, cuestiones que limitan la utilidad para los allí inscritos y la reversión a la sociedad del dinero y las expectativas que en ella se depositan.
La cuestión de la investigación parece en estos momentos la que requiere una modificación más radical. El problema fundamental es, naturalmente, de dinero: para pagar becas o salarios, para equipos e instrumentos. Y ese problema de dinero tiene otro aspecto: el de la continuidad en el tiempo de los trabajos de los investigadores y el de los contratos de los mismos: sin una cierta estabilidad a largo plazo es empeño inútil el de la investigación; sin seguridad para los investigadores es difícil que estos, si pueden, no vuelen hacia otros destinos.
Por otro lado, existen una serie de trabas burocráticas que dilatan sin sentido proyectos o resoluciones; requisitos para la contratación de equipos o personas que no son más que obstáculos para la eficacia o instrumentos para el desánimo. Y no digamos ya nada de la rigidez para contratar personas valiosas o investigadores extranjeros: es prácticamente imposible.
No se le olvida a uno que existen dos tipos de problemas de difícil solución. El primero, el de los dineros y presupuestos: aquí todo el mundo espera que los dineros del Estado sean ilimitados, como si cayesen del cielo, incluso aquellos que quieren que no existan presupuestos autonómicos.
El segundo problema es de mentalidad. Hace falta más espíritu emprendedor y que de la Universidad salgan más proyectos para las empresas y más empresarios, a fin de hacer práctica y rentable una parte importante de la investigación.
