Siendo yo niño no había turistas. Los únicos visitantes estivales eran madrileños y castellanos en general que se iban al Norte (nunca al Sur, ni a Levante) huyendo del calor. Como nos parecía que por su culpa todo estaba muy lleno, los llamábamos con desdén foriatos (lengua asturiana). Desde aquellos desaires tan leves -y hace más años que de la llegada de la Coca Cola- no recuerdo ningún desprecio al turista, como tal. Con ellos llegó a España en los años 60 del siglo XX el desarrollo económico, la apertura de costumbres y hasta el aprendizaje de idiomas. Hoy España sigue viviendo sobre todo del turismo, y, si un año baja un 10 %, el PIB se estanca y tenemos medio millón más de parados. Como da empleo a muchos inmigrantes, ese eslabón laboral débil sería el más dañado. Las agresiones al turismo por radicales de izquierda son, aparte de un desmán, una vergüenza para la inteligencia.