Nunca he simpatizado con Piolín. Silvestre sólo ejecuta su programa vital cuando intenta cazarlo, y él es cruel hasta el sadismo con el "gatito lindo". Además Piolín tiene de su lado al guionista, que nunca dejará que Silvestre se lo coma. Ahora bien, dicho esto me parecía un golpe genial que el barco donde se aloja la Policía antidisturbios en Barcelona tuviera un enorme Piolín dibujado en su casco. ¡Toda una imagen (y para el mundo) de lo que también tiene de sainete el conflicto! No lo es en el fondo, y puede acabar mal, pero algo de humor absurdo nunca ha hecho daño. Entre las muchas trampas del Ulises "indepe" camino de Itaca está la de ir de guay, cuando su verdadera cara se ha visto en aquella mofa del 6 de septiembre, en el Parlament. La imagen de Piolín, aunque fuera sin querer, devolvía la mofa. La lona que ahora cubre al pajarito es la peor cara posible del españolismo.
