La columna del lector

Verticalidad de mala sombra

En 1960 comienza la degradación del paseo del Muro de la playa de San Lorenzo en Gijón. Su mala sombra enseguida fue ejemplo de mal urbanismo en las facultades de Arquitectura del mundo. En esa misma época, en el mundo industrial, comenzaba una degradación del taylorismo que anticipaba la producción en isla. Una producción extensiva en horizontal mediante la suma de múltiples islas de producción. Lo cual lleva a una producción flexible y adaptada. Fue ésta una idea concebida para equipos humanos: con ella ya no habría jerarquías, sino líderes. Todos los miembros de un mismo equipo estarían capacitados para hacer las tareas de los otros. No habría horarios laborales, ni salarios, sino compromisos, necesidades de producción y pagos según la producción. Tal planteamiento encierra en sí el aumento de la motivación. Una motivación enfocada tanto al producto como al cómo o el porqué del mismo. Consecuentemente, aumenta la calidad del producto y mejoran la vida y la salud del productor. Lo triste es que este concepto (que apenas se aplicó con seres humanos) se acabó desarrollando para máquinas y robots, con la logística trabajando a favor de esa producción en isla. Producir lo justo, en el lugar adecuado, cercano y al momento.

¿Se imaginan romper con la concepción de las masas de trabajadores acudiendo a la fábrica al toque de la sirena que se escuchaba desde sus casas? Casas donde vivían, y aún viven, apelotonados en grandes bloques verticales. Ahora pasen a una imagen horizontal de minifábricas dispersas por los valles con las familias viviendo en ese entorno natural extenso: ellas supervisarían el trabajo de los robots y aportarían las materias primas del entorno en el que viven, y lo conservarían. Las minifábricas estarían en sitios estratégicos por su logística y los vehículos sin conductor (de excelente visibilidad nocturna) se moverían de noche. En cambio, las minifábricas apenas serían visibles, rodeadas por masas arboladas simulando colinas que las contendrían en su interior.

Como gansos impregnados de verticalidad seguimos tal comportamiento. Lo dijo Konrad Lorenz: "Sin duda el confinamiento de las masas humanas en los modernos centros urbanos tiene mucha culpa de que no percibamos ya el semblante del próximo en este escenario fantasmagórico donde se trocan, superponen y desdibujan inconscientemente las imágenes humanas. Nuestro amor al prójimo se atenúa tanto con la excesiva proximidad de los innumerables semejantes que en última instancia apenas queda rastro de él". Lamentable y certera visión de verticalidad con mala sombra. Al habitante de esas colmenas para seres humanos útiles sólo le queda conservar su autoestima, establecer cierto hermetismo y no pensar en la existencia de tantos compañeros de infortunio a su alrededor. Por eso se evade por ventanas tecnológicas (televisión e internet) encerrado en el castillo de su habitación o metido en la escafandra de su móvil. Mírense en un autobús urbano.

La belleza natural de Asturias debería permitir afrontar una ética superior y su conservación. La conservación no tiene por qué estar exenta de progreso y tecnología. Asturias, por salud mental y medioambiental, necesita extender su población horizontalmente por los valles: los castaños dan buena sombra, y los frutos deben cultivarse para recogerse por las familias, con pago en especia.

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