La columna del lector

Vivir pegados a una mascarilla

¿Por qué hoy tarda tanto en amanecer? Ésta era la pregunta que muchos y muchas nos formulábamos el lunes al ver que eran las 10.30 de la mañana y el día solo comenzaba a clarear. Una densa nube con olor a humo cubría toda la localidad en la que vivo, e imagino que no sería ésta una excepción. La respuesta no está en el viento, la respuesta está en nuestra conducta suicida con la naturaleza...

¿Cuántos días con olor a humo y un cielo cubierto de contaminación son necesarios para darnos cuenta de que algo no estamos haciendo bien? Ante esta situación imagino que habrá alguien que se frote las manos: las empresas eléctricas, que hoy batirán récord de consumo en esta franja horaria. Me horroriza pensar el legado que les vamos a dejar a las generaciones futuras. No me extraña se estén buscando nuevos planetas para vivir porque en éste poco queda por hacer: paro, hambre, guerra y un oxígeno que no cumplirá los mínimos para ser respirado.

Me horroriza aún más que quienes tenemos la responsabilidad de educar y enseñar a cuidar lo que nos envuelve y da vida seamos nosotros y nosotras, estos incapaces de utilizar la luz sólo cuando es absolutamente imprescindible (veo cada día en las aulas luces que se mantienen encendidas incluso cuando por la ventana entra un sol radiante, quien dice la luz dice la calefacción), incapaces de seleccionar residuos (excepto el Día Mundial del Reciclaje, que, hasta para eso somos tan "lentitos" que nos tienen que recordar que vivimos en un mundo en el que ya somos muchos y nuestros actos repercuten en lo que nos mantiene con vida), incapaces de dar media hora de nuestro tiempo libre y utilizar un transporte público a favor de un aire más salubre, incapaces de gestionar mejor recursos tan agotables como el agua (los niños y niñas abren los grifos alegremente mientras un adulto les mira sonriente pensando qué experiencia educativa tan enriquecedora).

Me da miedo vivir pegada a una mascarilla porque no puedo respirar el aire que me envuelve, o no poder tener agua potable que beber y más miedo aún me da que no seamos capaces de entender que lo importante es lo que nos envuelve. ¿De qué me sirve cuidar a un niño o niña si luego le estoy privando con mis actos de la posibilidad de vivir? ¿Hay mayor genocidio que lo que cada uno de nosotros y nosotras está aportando para que en este planeta no sea posible vivir? Yo pensaba que el progreso era mejorar la condición humana, pero a la vista de lo visto empiezo a creer que es todo lo contrario. Qué pena tan grande.

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