Cuando yo era pequeño, cuando no había autovía que permitiera en el mismo día amanecer en Oviedo y tomar la cervecita del aperitivo en Sevilla, en aquellas mañanas de diciembre y de transistor en la cocina, los informativos radiofónicos solían comenzar el "parte de tráfico" con la misma letanía: "Asturias: cerrado a camiones, cadenas para automóviles en el puerto de Pajares, circulen con precaución". Desde el templado invierno de la España meridional, y desde mi percepción infantil del gigantesco mundo, imaginaba aquel alto de montaña del Norte como un mítico paso sumido en la nieve y castigado por la ventisca. Y la imagen televisiva de una hilera de camiones detenidos y cubiertos de blanco me evocaba la de Aníbal y sus elefantes franqueando agónicamente el paso de los Alpes.

Me encontraba en el alto de Pajares cuando coincidí con una hilera de camiones que iban hacia la Meseta; unos camiones bien distintos de los que veía en los telediarios de mi infancia. Eran vehículos pesados de color rojo y verde-caqui que no venían tapados de nieve, sino de sudor y ceniza. No salían del frío, sino del fuego ardiente. Que apagaron no sólo las llamas, también la angustia de mucha gente. Volvía la Unidad Militar de Emergencias (UME) a sus cuarteles de procedencia, allá en las Castillas, Andalucía..., con los tanques vacíos de agua y llenos de gratitud.

Asturias no es destino fácil para la adversidad; tampoco en la lucha contra el fuego. La complicada orografía, los valles sumergidos en mares de niebla, las insuficiencias de comunicación -cada vez menores pero todavía subsistentes-, la dispersión y el envejecimiento de la población rural añaden dificultad a las ya de por sí difíciles tareas contra incendios. Finalmente se ha conseguido doblegar al fuego (delincuencial, terrorista) gracias a la ayuda -cicatera- de la lluvia, a la entregada labor del Servicio de Emergencias del Principado de Asturias y a la inestimable, eficacísima ayuda de la UME.

Decían en Galicia, a raíz de la colaboración de los vecinos en la lucha contra los incendios, que se hace más patria con la generosidad y el esfuerzo común que con banderas. No les falta razón. Es esa patria de la solidaridad y del servicio a la ciudadanía la que anima el espíritu de la UME. Es el patriotismo condensado en su lema "Para servir" el que le ha llevado desde 2005, fecha de su creación, a acudir sin reservas ni miramientos a cualquier sitio de España donde se ha requerido su presencia. Y es esta misma solidaridad la que le ha empujado a prodigar su esfuerzo -muy apreciado- en otros lugares del mundo, como Portugal y Chile, haciendo del planeta una patria común.

Quizás por esta dimensión humana dentro y fuera de nuestras fronteras, y quizás por respirarse ya la atmósfera de los premios "Princesa de Asturias", quizás no resultara del todo descabellado pensar en una futura candidatura de la UME al premio "Princesa de Asturias" de Cooperación Internacional. Quizás.

Entre tanto, llevaos con vosotros, miembros de la UME, nuestro premio, modesto pero sincero: el reconocimiento y el agradecimiento de las gentes de Asturias.

Buen viaje de regreso.