El sector agrario asturiano, acostumbrado a lidiar con inesperadas crisis de precios y repentinas subidas de costes, deberá acostumbrarse también a la notable disminución de las ayudas europeas que se avecina a partir de 2020.
No queda otra. El comisario de Presupuesto, el alemán Günther Oettinger, reconoció el pasado lunes que habrá "recortes impresionantes" en algunos programas, y dejó caer que los estados deberán poner más dinero para compensar la salida del Reino Unido, que dejará un agujero de 13.000 millones de euros, de los que 3.000 corresponden al sector agrario.
Oettinger habló de "hacer sacrificios", y aunque no mencionó específicamente al campo, está claro que la Política Agrícola Comunitaria (PAC o CAP, por sus siglas en inglés) será una de las grandes damnificadas. La Comisión debe romperse la cabeza para financiar el próximo Marco Financiero Plurianual (MFP) para el periodo 2021-2027, el presupuesto comunitario que fija las grandes prioridades políticas y el gasto máximo anual, y casi nadie duda que una de las medidas será una profunda y agresiva reforma de la estructura de la PAC, tan compleja que quizás obligue a prorrogar la actual más allá de 2020, cuando expira su vigencia. El negro panorama que se avecina parece la venganza perfecta de los británicos, siempre extremadamente críticos con los subsidios para el campo y el proteccionismo para el sector agroalimentario continental. Claro que tan mala no debía de ser esta política que ha traído dinero y cohesión. La prueba es que Londres prepara ya una especie de "PAC a la inglesa", eso sí, con fondos puramente "british".
