La columna del lector

Vacas y buitres

En una reciente excursión por la montaña de Bimenes, en la sierra de Peñamayor, no lejos de un viejo caserío, pude observar un grupo amplio de buitres circundar a baja altura un espacio de matorral.

Caminando apenas un kilómetro, la imagen de buitres despedazando un ternero entre la nieve resulta impactante. La naturaleza en estado vivo puede ser escabrosa, pero en aquel momento me pareció parte de la lógica animal.

El domingo 7 de este mes era un día en las alturas invernal. Niebla, nieve y por momentos granizo que golpeaba contra todo. No era un día propicio para las fotos ni para observar gran parte de nuestra región desde aquella montaña.

Sin embargo, me llevo para siempre la impotencia de hacer un poco de algo por un rebaño de más de treinta vacas que deambulaban entre la nieve y me perseguían olfateando mi mochila.

Me detuve y conté hasta treinta y seis. Reses flacas, mugiendo, con una piel de escarpias cubierta de hielo y una boca echando un aliento desesperado al viento...

Supe que aquellos huesos cubiertos de frío tenían un amo. Pensé y pienso que ese ganadero es uno más de esos que viven de subvenciones y los animales les importan un comino.

Aquí, las autoridades deberían de ser autoridad. Sensación de impunidad en un maltrato animal, vacas que duermen bajo las estrellas heladoras, vacas contra vientos, borrascas, vacas enjutas de barro, de dolor y hambre.

Describo lo anterior con inmenso lamento, y, al comentarlo en el bar, un lugareño levanta la voz y con ironía me espeta: si vas a Bimenes, lleva pan, que cenes.

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