Un bigote sabio

Homenaje a Enrique Fernández, que deja la actividad sindical tras diez años al frente de la sección de educación de Comisiones Obreras

Dicen que el mundo sindical tiende a la extinción como los dinosaurios y que ese contrapoder -poder, al fin y al cabo- encaja mal en unos tiempos crudos de mileurismo, ataques permanentes al reloj laboral y, en definitiva, escasa capacidad de lucha de la clase trabajadora.

Escribe esto quien, gracias a su profesión, tuvo la suerte de entrevistar a Marcelino Camacho y Nicolás Redondo cuando ambos estaban al frente de sus respectivos sindicatos. Redondo, más pragmático; a Camacho su biografía le había consolidado en el mensaje un punto de romanticismo o de irrealidad que derivó en contumacia, y así acabó dentro de su organización.Marcelino y Nicolás son Historia, pero no una Historia normal: de la mejor Historia que ha labrado este país.

Ayer la familia de Comisiones Obreras rindió homenaje a Enrique Fernández, quien durante cerca de una década fue responsable de la sección de Educación en Asturias. Un tipo cercano que sigue revolviendo en la calle cuando maestros y profesores salen a ella a reclamar más tiempo para los chiquillos, más oportunidades para la reflexión. Se diría que Enrique Fernández, con su bigote poblado y su bozarrón de obrero de fábrica industrial de extrarradio, nació para ser sindicalista.

Y lo hizo hasta ahora, que propició su relevo en el cargo y se sitúa en ese glorioso segundo plano que tanto ayuda a la presión arterial, con la elegancia de los buenos, sin codazos en busca de protagonismo. Y con algo que anhelamos los periodistas: dice cosas claras, sin escupir; dice cosas sencillas, sin vocear; dice cosas coherentes, sin retorcer.

No he conseguido hasta la fecha que nadie me hable mal de Enrique Fernández. El que quiera ser el primero, si es que ese primero existe, ya sabe dónde encontrarme, aunque quizá no le preste mucha atención.

Compartir el artículo

stats