Párroco de Tazones

Mi viejo Seminario

Recuerdos de la etapa de formación en las décadas de los 60 y 70

Me encuentro en Oviedo, con un grupo de amigos, ellos no llegaron a ordenarse de curas, pero coincidimos en el Seminario de León, allá por los años 60 y 70 del siglo pasado. En nuestra conversación aparecen tiempos, compañeros, profesores, y las típicas anécdotas de un internado de chavales bulliciosos y alegres

Todos coincidimos en que había que limar algunas asperezas en el trato, pero en general allí fuimos felices. Estábamos contentos. Quizás, el gran don de aquellos profesores -todos sacerdotes-, aunque a veces eran duros, era que intentaban lograr que las ganas de vivir fueran siempre superiores a los problemas personales.

No quiero acordarme de aquellos años "con las gafas negras" del resentimiento, seguramente se podrían contar numerosos fallos humanos. Muchos de los que vivieron situaciones anteriores -mucho más duras- han escrito feroces libros sobre sus maestros y su seminario. Pero creo que mentiría si dijera que mis profesores fueron como el "domine Cabra", que también retrata nuestro inmortal Quevedo. Mi seminario de los 60-70 no fue el paraíso terrenal, pero en ningún momento fue enemigo de la alegría de vivir.

Creo que lo mejor de nuestra formación fue el ambiente sencillo, de familia disciplinada, sazonada con un poco de picardía, que quería pulirnos humanamente, para que un día fuéramos buenos curas de pueblo. Y recuerdo que aquellos sacerdotes que nos formaron: don Abrahám, don Antonio Viñayo, don Nicanor, González del Ama, don Felipe Ramos, don Manuel Pérez, don Sebastián, don Bernardino?y tantos otros, intentaron calentarnos el corazón para que amáramos el sacerdocio. No sé si ellos acertaron, no sé si nosotros respondimos. Solo sé que pusieron en nuestras vidas lo mejor que tenían.

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