En este momento son las cinco de la mañana, y como la mayor parte de los días me despierto con la misma preocupación. Existe un caso, en esas preciosas tierras asturianas, que lleva mucho tiempo esperando por una respuesta de la justicia. Se trata de un muchacho de 40 años con síndrome de Down. Está pendiente que el señor o señora juez/jueza del Juzgado que corresponda se pronuncie sobre su tutela, ya que sus padres han fallecido. Pero el tiempo va pasando sin obtener esa ansiada respuesta. Ese tiempo que transcurre para este muchacho es un tiempo muy valioso, ya que debido a sus circunstancias y problemas de salud, cada día que pasa es un día menos para disfrutar y poder estar con las personas que le quieren y que se preocupan por él. No me une ningún parentesco familiar con él, pero le tengo un gran cariño y aprecio, porque todos los momentos que hemos podido compartir me han enriquecido como persona. Con sólo mostrarle un poco de cariño te abre su corazón con una generosidad y sinceridad absolutas. Por eso me preocupa tanto esta situación que me está quitando el sueño.

Escribo estas líneas con un único objetivo y deseo, que las personas a las que corresponda pronunciarse sobre este caso lo hagan con la mayor celeridad posible para que esto no se dilate demasiado en el tiempo. Tal como dije antes, el tiempo para este muchacho es un precioso tesoro, y para las personas que podemos compartirlo con él también, ya que nos enriquece como personas y nos regala todo su amor y cariño.

Pido perdón si con esta humilde carta puedo molestar a alguien, no es ésa mi intención, sólo pido que la justicia ponga todo lo que está en su mano para que este querido amigo tenga la vida que se merece. Ser feliz es un derecho que no le podemos negar.