Miembro de la Asociación de Amigos de la Bahía de Gijón

Un modelo urbanístico especulador

La necesidad de mayor consenso social para la nueva ordenación gijonesa

Hablábamos ayer del urbanismo de amiguetes con sello municipal -ciudad sin cabeza- que se expresa con total claridad en lo que llamamos en otro artículo la milla de la Ería del Piles, el último espacio sin cementar de la magnífica bahía de Gijón, que por falta de cabeza política ha sido objeto de especulación urbanística bajo distintas corporaciones desde hace más de medio siglo y que todavía no ha podido ser ordenado para disfrute y ocio de todos los gijoneses.

La primera pregunta que nos planteamos es ¿cuánto vale y para qué sirve un parque? Desde el siglo XIX muchos lugares de recreo de la monarquía, de la iglesia y la nobleza se transformaron, mediante donaciones o compras, en parques de ocio y disfrute para el común de los ciudadanos. Este origen tiene el parque de San Francisco de Oviedo o el parque de Ferrera de Avilés. ¿Alguien se imagina la fisonomía de estas dos ciudades sin esos parques?

En Gijón, en 1947, por iniciativa municipal se decidió sanear las charcas del río Piles y transformarlas en el parque "Isabel la Católica", añadiendo terrenos de dominio público de la canalización del Piles, y unos años más tarde se expropiaron terrenos y se compraron fincas para mejorarlo y ampliarlo. Décadas después, tras la muerte de Franco, en 1982, el Consistorio gijonés llegaba a un acuerdo con el Ministerio de Defensa para la compra del cerro de Santa Catalina y el cuartel del Coto por 175 millones de pesetas. Ha habido otros acuerdos de inversión para el disfrute de los gijoneses como el gran parque de los Pericones, el parque de la Providencia y el paseo hasta la playa de la Ñora, la recuperación de las playas de Poniente y el Arbeyal, que han supuesto desembolsos millonarios del Ayuntamiento y convenios con otras Administraciones, y que han servido para mejorar sustancialmente la funcionalidad urbana.

A propósito conviene recordar que el dinero de Europa contribuyó a impulsar muchas de estas importantes transformaciones que humanizaron la ciudad, pero actualmente, por tercer año consecutivo, el Ayuntamiento no es capaz de obtener más fondos europeos, como han conseguido Siero y Oviedo, lo que naturalmente lastra las posibilidades de operaciones urbanísticas interesantes para la ciudad.

Con la modernidad del siglo XXI todo lo que se le ocurre a las últimas corporaciones es que los desarrollos urbanísticos los hagan empresas privadas en concesión, y que el modelo de ocio sea el de los centros comerciales, que nunca se han impuesto con éxito en Gijón.

Hoy los negocios inmobiliarios en España son sobre todo de fondos de inversión mayoritariamente extranjeros. Primero llegó un holandés a Parque Astur en Avilés y ahora uno británico al Calatrava de Oviedo. Entre tanto el británico Intu Properties y el Canadian Pension Plan Investment Board (CPPIB, que gestiona los planes de pensiones de 20 millones de contribuyentes canadienses,) adquirieron Parque Principado en 2013 por 162 millones de euros. Ese centro es gestionado por Asturias Retail and Leisure Socimi, ejemplo de esas sociedades que invierten en el mercado inmobiliario y que pagan el 0% de gravamen en sociedades hasta que reparten beneficios a sus socios. Este 2018 los accionistas de Intu llegaron a un acuerdo de fusión con la promotora británica Hammerson, operación que, anunciaron, ofrecerá una gran rentabilidad a sus accionistas y creará una "plataforma paneuropea líder de destinos deseables de comercio y ocio".

A este modelo nos quieren llevar los concejales de Foro y el PSOE si los demás partidos de la oposición y los ciudadanos no lo evitamos, modelo que ciertamente acecha a Gijón, pues se da la coincidencia de que el Banco Sabadell acaba de vender un "paquete" de unos 800 millones de activos morosos al citado CPPIB propietario de Parque Principado, una cartera bajo el sugerente título de "Voyager", carteras que este tipo de fondos revenden o valorizan para vender, y en el que se incluyen todo tipo de inmuebles, donde también está la parcela de la Ería del Piles que garantizaba la deuda impagada de Astur Promotora.

En este contexto, los grupos municipales se entretienen en discutir si los empresarios que vienen son galgos o podencos, pero callan y otorgan con el modelo urbanístico especulador que gobierna en Gijón y en Asturias, mientras buscan votos prestados por los barrios sin proponer con rigor que otras geografías urbanas son posibles para mejorar la calidad de vida de las clases populares.

Unas geografías urbanas, por cierto, que no pueden limitarse a especular con la inversión en el ladrillo feroz, ya que Gijón tiene además graves problemas con la contaminación sin resolver que atentan contra la salud, graves problemas con los residuos sin ordenar y que es uno de los 7 municipios españoles con peor depuración de sus aguas residuales, de tal manera que el medioambiente y la salubridad, el aire y el agua, son graves problemas de una ciudad eco ambientalmente muy degradada.

El Consistorio debería abordar seriamente, junto con las otras administraciones responsables y con la participación de los colectivos ambientalistas, los problemas de higiene y salud ambiental que afectan a gran parte de la población. Y debería afrontar de una vez por todas, también con la participación ciudadana, los problemas urbanísticos estratégicos, empezando por comprar y ordenar la milla de la Ería del Piles para ocio y recreo activo, verde y saludable de los gijoneses y visitantes.

Después de dos décadas del último PGO de Gijón tenemos una oportunidad histórica para que con más debate, más transparencia y más consenso social y ciudadano se apruebe un nuevo PGO y un nuevo plan de movilidad que haga de Gijón una ciudad de vanguardia. Y hacerlo siendo conscientes de que el valor de la gran parcela de la Ería, de la finca de la Formigosa, del espacio naval gijonés o del futuro del "Solarón" se lo da precisamente este planeamiento urbanístico, es decir, es el Ayuntamiento el que tiene la varita mágica de decidir dónde se puede construir y dónde no, y además cuanto se edifica y qué usos se aprueban, lo que determina su valor. También puede decidir dónde son necesarios equipamientos generales y debería ser capaz de llegar a acuerdos sociales, económicos y políticos razonables que permitan a los gijoneses disfrutar de una ciudad mejor.

Lo que planteamos es que el dinero nunca faltará para estas operaciones si hay voluntad política, rigor en la gestión y capacidad en la negociación. Pero lo que le falta a la oposición y al gobierno municipal es visión política, altura de miras urbanísticas y proyecto de ciudad. Falta también la participación y el impulso de los ciudadanos. Falta además para resolver esos asuntos estratégicos para que el gran corazón ciudadano de los gijoneses tenga al frente de la ciudad una corporación con cabeza para impulsar al servicio del interés general el Gijón del siglo XXI.

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