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Novelista y editor

El Celsius 232

El presidente de los escritores de ciencia ficción del Reino Unido hace balance de su paso por Avilés

Tras cinco días mágicos, Helen y yo salimos de Avilés con sendas sonrisas de oreja a oreja y cierto pesar en el corazón. Estoy en deuda con los organizadores del Celsius 232 por invitarme a formar parte de un acontecimiento tan especial. La ciudad de Avilés ha sido el entorno ideal, con sus calles y parques llenos de encanto, las tiendas rebosantes de colorido y los infinitos bares y restaurantes que compiten entre sí a ver cuál ofrece mejor servicio, comida y bebida. El variado programa de entrevistas y mesas redondas del Celsius, dirigido con mano maestra por Jorge Iván Argiz Reboiro, ha sido tan fascinante que atrajo hasta a los más devotos clientes de los bares. La organización, supervisada por ese torbellino constante, Cristina Macía, ha sido de lo más eficaz, y el broche de oro lo pusieron los coloridos disfraces (el homenaje a Terry Pratchett) del último día, así como la fabada comunal, que reflejó a la perfección el espíritu alegre y relajado de todo el festival.

Ya conocía a otros invitados y participantes, así que fue genial tener la ocasión de retomar el contacto con amigos como Ian Watson (anfitrión, narrador y guía sin par), Dan y Nik Abnett, Ramsey y Jenny Campbell, Pat Cadigan, Nancy Kress y Jack Skillingstead en unas circunstancias y entorno tan idílicos. Pero lo que fue una verdadera sorpresa fue la calidez de los aficionados españoles. Mi charla en el auditorio, que Germán Menéndez dirigió con mano maestra y Diego García Cruz tradujo con estilo impecable (porque las traducciones de Diego hay que verlas para creerlas), contó con una halagadora cantidad de asistentes, muchos de los cuales no me conocían de nada. Mis balbuceos fueron bien recibidos, a juzgar por el excelente número de personas que más tarde compraron mis libros y me pidieron que los firmara.

Helen y yo estamos abrumados por la hospitalidad de los asistentes, que nos acogieron entre ellos y nos permitieron integrarnos en su grupo sin reservas. La última noche, sentado en la terraza de un bar (donde fracasé en mi intento de echar sidra a la manera asturiana), en la fiesta de cumpleaños de un hombre al que había conocido dos días antes, no pude por menos que sentirme agradecido. En menos de una semana había conocido a un montón de amigos nuevos, muchos de los cuáles, lo sé, me acompañarán toda mi vida.

La fabulosa comida, el sensacional hotel (¿he mencionado el hotel Palacio de Ferrera, con su situación perfecta, sin una sola pega?), el inmejorable entorno, un programa interesantísimo como en ningún otro festival europeo y excelentes compañeros con los que compartir todo esto. El Celsius 232 me ha dejado con unas ganas locas de volver a visitar esta ciudad, y es que este festival es la mejor tarjeta de presentación imaginable de Asturias, de Avilés y de la comunidad internacional de la ciencia ficción.

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