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La camiseta de Nuno

Las diferentes reacciones sociales frente a la exhibición de símbolos políticos e ideológicos

Procedente del Santa Clara de la Segunda División portuguesa apareció sonriente el futbolista Nuno Silva en la rueda de prensa, tras su fichaje por el Real Jaén, ataviado con una camiseta de Francisco Franco. En ella podía verse al dictador en sus tiempos jóvenes y con energía, tal vez de la época en la que vino a sofocar a la península la insurrección contra la legitimidad establecida. Junto a él una chica ligera de ropa cuyos ojos estaban tapados con un rectángulo en el que podía leerse la palabra "censored".

Mi primera impresión fue que la exhibición de ese grabado, al aparecer el término "censurado" en los ojos de la chica, iba encaminada a criticar la fuerte represión sexual ejercida por el régimen franquista. Pero no, el jugador y el club jienense se apresuraron a pedir perdón alegando el desconocimiento de la historia de España por parte del futbolista luso ante el inmediato alboroto surgido en los medios de comunicación y en las redes sociales de Internet.

Puede que la camiseta de Nuno sea solo una anécdota debida a su ignorancia sobre nuestro país, pero también es lógico pensar en un montaje publicitario muy bien planeado. Esta segunda posibilidad adquiere consistencia con la rápida aparición en escena del vídeo titulado "La camiseta de Nuno", un anuncio promocional de captación de socios por parte del club en el que el protagonista es el reciente fichaje portugués.

Independientemente de cuál sea la razón por la que el jugador se presentó con el polémico atuendo, el hecho contrasta frontalmente con las exhibiciones del extremo opuesto, de la otra orilla ideológica, donde a nadie se le pasa ni remotamente por la cabeza pedir disculpas y lucen con naturalidad merchandising de personajes del tipo de Ernesto Guevara, al que incluso llegaron a levantar hace siete años en el municipio coruñés de Oleiros una escultura de mas de ocho metros con un gasto de instalación a costa del contribuyente en torno a 180.000 euros.

Ernesto Guevara, un individuo al que califica perfectamente su infame discurso ante la Asamblea General de la ONU en diciembre de 1964. Allí, con contundencia y sin rodeos, habló claro: "Nosotros tenemos que decir aquí lo que es una verdad conocida, que la hemos expresado siempre ante el mundo: fusilamientos, sí, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando". Sobre cuántos ejecutaron con un juicio previo con las debidas garantías legales no dijo nada, porque nada tenía. Estaba movido por el odio y hoy es un mito y un icono para algunos.

Siguen existiendo las dos Españas, sobre las que Antonio Machado decía que una de ellas nos helaría el corazón. Ahora una está acomplejada y escondida mientras que la otra se exhibe y maniobra con descaro. Es sencillo que a una persona la miren con recelo, basta un ribete rojigualdo en el cuello del niki o la estrella de David en la camiseta. Ondear una bandera de Corea del Norte, llevar a Lenin en el pecho, elogiar la tiranía castrista existente desde hace mas de diez decenios en Cuba o dedicarse desde un Ayuntamiento a cambiar frenéticamente los nombres de las calles como si eso fuera importante para resolver los verdaderos problemas de la ciudadanía, es en la actualidad muy cómodo y ponderado popularmente, mientras que los que no comparten estas ideas suelen optar por guardar silencio ante lo políticamente correcto.

Desde la ilusionante Transición hemos avanzado muchísimo menos de lo que debiéramos y seguiremos como las tortugas hasta que nuestra sociedad no tenga claro que el único límite de la libertad de expresión debe ser el Código Penal y aprenda a rebatir las ideas con educación, información, inteligencia y elevadas dosis de ironía, sin olvidar nunca que es fundamental en el proceso educativo enseñar a los niños la existencia, el valor y la gran aportación de un enorme número personas anónimas o con escasa trascendencia mediática.

Solo caminaremos cuando se luzcan camisetas de Omaira Sánchez, Irene Villa, Zion Harvey o de cualquiera de los que se jugaron valientemente el tipo hace muy pocos días en la playa de Salinas, por citar alguno de los incontables ejemplos. Estos son los verdaderos héroes.

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