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Catedrático de Lengua y Literatura

La senectud no es un estado áureo

El riesgo de que las pensiones se conviertan en tema de demagogia y populismo al acercarse las elecciones

Se ha celebrado en La Granda un curso magnífico sobre el envejecimiento que tanto afecta a Asturias y a su futuro, en el que intervienen prestigiosos científicos como el joven investigador asturiano Javier A. Menéndez, integrante del grupo Otín y del Grupo de Metabolismo y Cáncer del Instituto Catalán de Oncología. Este acontecimiento científico-cultural no tiene apenas repercusión mediática, exceptuados los diarios locales como LA NUEVA ESPAÑA (edición de Avilés), no sólo a nivel asturiano sino tampoco nacional, de lo que se asombran los eminentes científicos.

Uno de los ensayistas e historiadores más famosos, Fernando del Pulgar, el gran historiador de los Reyes Católicos, escribió "Los males de la vejez", un comentario crítico e irónico del tratado "De Senectute", de Cicerón, a quien critica por sus muchos loores a la vejez y por su ausencia de remedios para los muchos males que padecen los ancianos.

El tema de las pensiones siempre es delicado y objeto de especial demagogia y populismo cuando se acercan las citas electorales. La imagen del pensionista griego sentado en el suelo y llorando porque no tiene recursos para pasar su ancianidad, demuestra hasta la saciedad de lo que son capaces de provocar los malos políticos con sus actos irresponsables. Es evidente que Grecia no es España, por mucho que así lo quieran presentar los que estuvieron a punto de hundirla hace apenas cuatro años y quieren volver a intentarlo con propuestas tan descabelladas como reaccionarias.

La caída de la natalidad y el envejecimiento de la población pueden llegar a ser, si no se toman las medidas necesarias que favorezcan el matrimonio, como Dios manda, la familia, la natalidad; es decir, todo lo contrario de lo que políticos irresponsables están llevando a cabo, la causa de la insostenibilidad de las pensiones. Cuando se acercan los tiempos electorales -en ellos estamos-, a los aspirantes a poltronas pagadas con el sacrificio impositivo de los españoles, se les llena la boca de demagogia ofreciendo el oro y el moro a los sufridos votantes, muchos de los cuales les otorgan una credibilidad que suponen para ellos un desengaño del que no escarmientan. Mientras los políticos que solucionan problemas reales son denostados, los que vociferan e insultan son elevados a cargos políticos para lo que no están ni remotamente preparados, pues las primeras medidas que toman es subirse el sueldo, con lo que los políticos, especialmente los de nuevo cuño, se preocupan más por aquello de ¿qué hay de lo mío? que de las necesidades reales de los ciudadanos.

Las recientes elecciones autonómicas y municipales han demostrado hasta la saciedad la capacidad de irresponsabilidad de muchos políticos que, por conseguir ese poder que no tenía, se han servido de todos los pactos posibles para no respetar la voluntad de los ciudadanos que votan para que gobierne el candidato con más votos, no los perdedores con menos voto, como propone el abanderado Pedro Sánchez, con tal de quitar al PP lo que les han dado los votantes.

Las pensiones son cosas de comer y con las cosas de comer no pueden jugar quienes viven del cuento del voto. Que las pensiones en España pueden entrar en peligro en un futuro próximo si no se toman las medidas necesarias, oportunas y convenientes es un temor con fundamento. Basta tener en cuenta que el número de pensionistas actuales es de 8.434.731 y la cantidad de dinero para pagar las pensiones es de 115.669 millones de euros. Frente a esto está una realidad muy inquietante. La población española está muy envejecida. La natalidad de España es de las más bajas de Europa, con 1, 27 hijos por mujer, cuando el relevo generacional debe ser de 2,1 hijos por mujer.

En 2060 los ciudadanos mayores de 65 años serán el 30% de la población, hoy son el 18%. No es de extrañar que el gobernador del Banco de España haya advertido de la realidad futura de las pensiones, mientras algunos políticos se dedican a los insultos y a la provocación entre ellos, sin preocuparse del bienestar de loa ciudadanos. Los más ancianos no viven un senectud áurea ni mucho menos.

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