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Doctor en Filología Románica

La mujer del Apocalipsis

La fiesta de la Asunción de la Virgen, en clave avilesina

Son numerosos los pueblos Asturias que han celebrado el pasado fin de semana la festividad de la Asunción de Nuestra Señora y en los que se encuentran magníficas representaciones de este misterio mariano. En Avilés esta festividad he cedido todo el protagonismo a la de su patrono San Agustín, que ya está invadiendo la villa de Pedro Méndez con un activismo lúdico imparable, pero para nuestros antepasados siempre la festividad de la Asunción de Nuestra Señora tenía un protagonismo principal. En la parroquia avilesina de San Nicolás de Bari, cuyo titular fue durante decenios el benemérito sacerdote don Ángel Garralda, una institución en la memoria colectiva de Avilés, luce una preciosa vidriera sobre el altar mayor que recuerda este privilegio único de Santa María.

La festividad de la Asunción de Nuestra Señora, que no Ascensión, está profetizada en el gran libro tan mal interpretado como poco leído del Apocalipsis, atribuido con razón a San Juan Evangelista, que poco tiene que ver con las connotaciones tremendistas y terribles que algunos hermeneutas posmodernos y nihilistas quieren en vano darle. En el centro del libro sagrado está situada la figura de la Mujer Misteriosa vestida de sol, con la luna a sus pies y coronada su cabeza virginal y maternal con doce estrella, que vence al dragón infernal, Satanás, que intenta devorar al Hijo de la Mujer y declara la guerra de exterminio a todo lo santo, bueno, bello y verdadero.

Esta mujer es la Santísima Virgen a quien el Papa Pío XII, tan grande como calumniado, declaró como verdad solemne de fe revelada y creída, que por su asunción está glorificada en el cielo en toda su realidad personal, cuerpo y alma (espíritu y materia) con lo que esa falsedad platónica del cuerpo es cárcel del alma, que con tanto ardor vociferan los enemigos de la iglesia católica tiene poco sentido. Nuestros antepasados siempre han celebrado con especial interés y devoción esta festividad de Santa María en su asunción a los cielos; y todos los grandes pintores, como El Greco, han inmortalizado en maravillosas obras esta misteriosa prerrogativa, que entre todos los nacidos de mujer sólo es propia de la Madre de Dios.

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