El drama de los asturianos que salen fuera a formarse y encontrar trabajo no es que lo hagan; al contrario, eso es excelente. Nada mejor para un joven recién titulado que ver mundo. El drama es no poder volver. Y es un drama por dos razones: la primera por la sensación de desarraigo en el que está fuera, máximo con la especial querencia por la "tierrina" que tenemos los de este pedazo de planeta; la segunda porque además les pesa a estos talentos exiliados la llamada a hacer algo por su comunidad autónoma, por mejorarla e impulsarla, y se sienten impotentes. Y Asturias los pierde. Por eso, que los pujantes centros tecnológicos asturianos esté siendo un imán para atraer, con cuentagotas, a los asturianos de fuera, es una gran noticia. Más aún cuando sabemos que esos "retornados" están dispuestos a sacrificar sueldo a cambio de bienestar, tranquilidad, sentirse de vuelta a casa y percibir que ponen su granito de arena. ¿Qué más hace falta?
