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Cabos sueltos

Y en Alemania, a calderadas

Que sí, que esto de cocer fabas, como bien dice el refrán, lo hacen hasta en casa de Angela Merkel. Y al escándalo de Volkswagen me remito: coches trucados para engañar a los aparatos de control de la contaminación. Eso sí, los vehículos en cuestión se venden a precios muy por encima de los de su gama, que para eso son alemanes y, supuestamente, la pera limonera del diseño, la calidad y la seguridad. ¡Ja! Extrapolando el tongo de los coches a otros ámbitos, me viene a la mente el vergonzoso episodio del Mundial de fútbol de 1982, cuando la selección alemana pactó un empate con Austria para dejar en la cuneta a Argelia (partido jugado en Gijón) o la infundada acusación de que fueron objeto los pepinos españoles de haber introducido una virulenta bacteria en los mercados germanos. Con estos antecedentes y el caso automovilístico coleando, quién nos dice que las consignas económicas predicadas desde Alemania para salvar Europa no salen de bocas de fulleros.

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