Hay un vecino de esta ciudad a quien la ORA, la "zona azul", le trae por la calle de la amargura. Ojalá algún día se anime a contar sus vivencias por escrito, porque dan para rato. Está en un sinvivir, pendiente del dichoso reloj, no se pase diez minutos y se encuentre la denuncia colocada en el parabrisas. Le ocurre lo que a muchos de los que utilizan el aparcamiento para residentes, que por quince céntimos al día tienen que llenar el móvil de alarmas a horas raras. No sé cómo se arregla este amigo, pero por pitos o por flautas siempre le acaba pasando algo con el tique del coche. A tal punto ha llegado su cabreo con la "zona azul" que me ha confesado que más de una vez ha hecho de buen samaritano. Cuando ve a un vigilante dispuesto a sancionar a un coche por exceder el tiempo de estacionamiento se hace pasar por el dueño y caritativamente coloca otro papelito por un rato más en el limpiaparabrisas del desconocido. Y se va satisfecho.