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Vita brevis

Fundamentalismo democrático

El debate en torno al "derecho a decidir" a raíz de las pulsiones separatistas en Cataluña

Habrán visto la espectacular y hermosa procesión que acompañó a Arturo Mas hasta la puerta del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. Iba a modo de una Virgen dolorosa, seguido por alcaldes costaleros con las cachabas en alto y rodeado de un gentío que enarbolaba un mar de banderas "esteladas" al viento, con el fondo azul las de derechas y con el fondo amarillo las de izquierdas, que para eso "som una nació". En lo alto de la escalinata, se giró para bendecir a sus fieles, como si él mismo fuera una custodia del Corpus Christi, mientras las gargantas de la turba burguesa y bien vestida entonaban solemnemente "Els segadors", y los uniformados "mossos d'escuadra", sin las elegantísimas alpargatas de esparto que reservan para las ocasiones de gran gala, saludaban militarmente al "molt honorable".

Sabrán que don Arturo había sido citado para declarar como imputado por los presuntos delitos de desobediencia a la autoridad judicial, prevaricación y malversación de caudales públicos. Hablando en plata, la cosa fue porque el Tribunal Constitucional prohibió el referéndum independentista que, no obstante, acabó celebrándose en forma de farsa con urnas de cartón pagadas con los dineros de las arcas públicas catalanas, tan exhaustas ellas porque "Espanya ens roba".

Los sediciosos separatistas no entienden que organizar un referéndum pueda ser constitutivo de delito, cuando la máxima expresión de la democracia es que los ciudadanos decidan con su voto. Eso es comprensible, porque lo que querían es hacer una consulta, pero para que ganara su propuesta de crear una Cataluña independiente. Bueno, independiente de aquella manera, porque quieren seguir teniendo la nacionalidad española de origen y que el Barça continúe jugando la Liga española. O sea, que a lo que en realidad aspiran es a que todo se mantenga igual excepto el parné, que lo quieren todo y sin control de nadie.

Lo curioso es que son también otros muchos, que no son secesionistas, los que consideran que existe un llamado derecho de decidir sobre cualquier cosa, incluida la independencia de Cataluña. Votar es la forma de decidir colectivamente y eso es la democracia. Piensan que lo que diga la mayoría va a misa. Nada puede ir contra lo que se haya votado, porque el pueblo nunca se equivoca.

Esta forma de pensar es cada vez más común. La democracia se ha convertido en el valor supremo de la sociedad. Lo que resulte del recuento de la mayoría de los votos es dogma de fe, como cuando el papa habla "ex cathedra". Es como si sobre las urnas planeara siempre el Espíritu Santo en forma de paloma o como si sobre la cabeza de los votantes se posara el Paráclito con lenguas de fuego. El pueblo que vota es infalible. La cosa llega hasta el punto de que, si se afirma que algo es democrático, está santificado. Por el contrario, si se quiere denostar cualquier cosa, no hay más que decir que no es democrático, que es antidemocrático o que es facha, que es su equivalente castizo. Ser tachado de antidemocrático o de facha es la mayor condena moral que se puede hacer, semejante a ser declarado pecador público, merecedor de la más grave excomunión en esta vida y destinado a la condena postrimera en la Gehena, donde el gusano no muere y el fuego nunca se apaga.

Se ha instalado así en las conciencias del común una especie de fundamentalismo democrático. Tal vez no sea tan peligroso como el fundamentalismo islámico, pero desde luego que es igual de pernicioso intelectualmente. Llevado a sus últimas consecuencias se pueden alcanzar las más altas cotas del absurdo. Por ejemplo, el teorema de Pitágoras es facha porque nadie lo ha votado.

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