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Larra y el día de Difuntos

"El día de los Difuntos" es el título de uno de los más logrados artículos costumbristas del padre del periodismo moderno, Fígaro, el pobrecito hablador y escribidor de columnas de papel, como se calificaba Mariano José Larra. En estos tiempo, casi parecidos a los que él vivió y soportó, es necesario volver a nuestros clásicos, para desprendernos de todos esas adherencias colonizadoras anglosajonas del Halloween de nuestros pecados o, lo que es peor, de la fobia contra la Iglesia católica que muestran nuevos alcaldes y concejales de cierta izquierda reaccionaria y sectaria.

La sociedad postmoderna y nihilista pretende vivir al margen de las verdades más definitivas para el hombre: muerte juicio, infierno y gloria con los cuales se pueden hacer gracietas y cachondeos, pero que tarde o temprano a todos nos llegan con total seguridad, aunque sólo los recordemos en los días de los Santos y de los Difuntos. Antes, se representaba el Tenorio de Zorrilla, el mito más universal de la literatura, a quien el amor de la novicia seducida, Inés, por apuesta satánica, le hace arrepentirse de su depravada vida y rezar aquellos versos memorables: el Dios de la Clemencia el Dios de Juan Tenorio.

Larra escribe su artículo desde una situación existencial próxima a su horrible suicidio y ante una visión de la España oficial en plena decadencia. La España de Larra también estaba sometida a su autodestrucción por iluminados populistas y demagogos. España, entonces como ahora, es un gran cementerio, cuyo panteón más emblemático es Madrid, villa y corte. A sus habitantes lanza Fígaro estos duros apóstrofes: "Miraos insensatos a vosotros mismos y en vuestra frente veréis vuestro propio epitafio. ¿Vais a ver vuestros padres y abuelos, cuando vosotros sois los muertos? Ellos viven, porque tienen paz, ellos tiene libertad, la única posible sobre la tierra".

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