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La señora Robinson

"El Graduado", 1967. Basada en una novela de Charles Webb fue ganadora del Oscar a la mejor dirección -Mike Nichols- con Dustin Hoffman, Anne Bancroft y Katharine Ross en los papeles estelares. Una banda sonora inolvidable con temas de Paul Simon y un cartel anunciador para la historia del cine con el recién titulado universitario Benjamin Braddock junto a la puerta observando como en primer plano Mrs. Robinson subía la media a lo largo de su pierna. Por motivos de agenda, la actriz que posó para la ocasión no fue la seductora Bancroft, sino que lo hizo una novel Linda Gray que más tarde gozó de popularidad interpretando a Sue Ellen en la serie televisiva "Dallas". "No estuvo mal por una sola pierna", bromeó recientemente en una entrevista para la CNN.

Todos recordamos que Benjamin, el joven protagonista del film, no tenía entre sus problemas la consecución de un empleo, algo que resulta demasiado complicado en la situación real que vivimos. La ficción, desarrollada en el seno de familias acomodadas, era mucho mas hermosa de que lo que es ahora la realidad, a pesar de que en el actual mercado laboral una persona joven tiene un mayor resquicio de esperanza que los que cometieron el pecado de cumplir años.

Ocurre esta discriminación debido al carácter sesgado de las bonificaciones contempladas para las empresas en ciertas modalidades de contratación vigentes, concretamente en los contratos de formación y de prácticas. Los contratos para la formación y el aprendizaje van dirigidos a jóvenes entre 16 y 25 años ( menores de 30 hasta que la tasa de desempleo se sitúe por debajo del 15%) o personas con discapacidad que carezcan de cualificación y conllevan notorias reducciones en la cuota empresarial a la Seguridad Social. En el contrato en prácticas no se fija edad del trabajador para su suscripción y se dirige a personas con titulación, bien universitaria o de formación profesional. Pero otra vez en esta modalidad la empresa recibe un sustancioso incentivo fiscal si el trabajador contratado es menor de 30 años o menor de 35 con una minusvalía igual o superior al 33%.

Desde el ámbito sindical se cuestionan los contratos de formación alegando que solo el 2% de los jóvenes contratados se queda trabajando en la empresa y denunciando los bajos salarios. Pero menos da una piedra y los casi dos millones de parados con edades entre los 45 y 64 años lo tienen imposible ante el actual estatus legislativo laboral. El empresariado prioriza las bonificaciones sobre el bagaje de experiencia de los mas veteranos y nadie valora lo importante que es su imperiosa necesidad de trabajo al encontrarse en primera línea con cargas familiares detrás.

Según el Consejo Económico y Social, mas del 50% de los desempleados mayores de 45 años superan los dos años en el paro y con el currículo en la mano transitan de entrevista en entrevista con la esperanza por el suelo. Aquellos que acuden con un expediente sólido suelen recibir la negativa en forma de pregunta: ¿usted sabe lo que está haciendo?, "usted está capacitado para mucho mas de que lo que ofertamos", en definitiva, un "nena / nene, tu vales mucho" y a continuar el camino con las manos vacías. Los que lo tienen pobre, un porcentaje alto solo cuenta con una educación básica, no les bastan las ganas de trabajar y soportan el bofetón de la titulitis aunque estén dispuestos a dejarse la piel para obtener el dichoso papel. El sistema no quiere reconocer que es posible componer una buena canción sin haber pisado nunca un conservatorio.

En 2014 la Organización Internacional del Trabajo instó a España a apoyar a los parados de larga duración, en especial a los que superan los 45 años, pero siguen existiendo planteamientos legislativos difícilmente entendibles al respecto. Indudablemente uno de ellos es que estén en vigor modalidades de contrato de trabajo con bonificaciones al empresariado exclusivamente por la contratación de jóvenes.

Volviendo al celuloide, tampoco entendí ni compartí nunca la elección de Benjamin.

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