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Pedro Sánchez y la religión en la escuela

Durante el franquismo, régimen en el que el abuelo del actual líder del PSOE brillaba con las estrellas del generalato, la enseñanza de la religión católica era obligatoria en todos los centros educativos; los alumnos que pertenecían a otras confesiones religiosas podían solicitar la dispensa o no recibir ninguna educación religiosa. Con el laicismo de Pedro Sánchez, que confunde con el estado no confesional, son los alumnos católicos los que son marginados, por querer elegir la enseñanza religiosa que ellos o sus padres soliciten en conciencia. Es decir, lo mismo que en el franquismo pero al revés, porque ahora los discriminados y los señalados como extraños por la religión oficial de cierta izquierda y derecha liberal laica, que es el nihilismo y el relativismo antirreligioso, son los alumnos católicos.

Para llevar a cabo este atropello, ridículo por ya superado, Pedro Sánchez propone una solución falaz y antidemocrática como es derogar los acuerdos del Estado Español y la Santa Sede. Pero la enseñanza de la religión en la escuela no depende de ningún pacto, ni concordato, ni acuerdo porque es un derecho humano fundamental recogido y amparado por la Constitución, como no podía ser de otro manera.

La ONU recoge como derecho humano fundamental la libertad religiosa, a lo que sólo pueden oponerse las dictaduras que defienden el poder del Estado sobre los derechos fundamentales de las personas, siendo la nomenclatura de los partidos gobernantes quien decide lo que tienen o no que creer los súbditos, que en esos regímenes no son ciudadanos, sino esclavos. Los alumnos, o en su caso los padres que consideren importante la enseñanza religiosa para la formación integral de sus hijos, tienen el derecho fundamental a recibirla haya o no convenios con las confesiones religiosas, y lo tienen sin ser discriminados y sin singularizarse a no sufrir un horario escolar más cargado que los demás alumnos que optan por no recibir ninguna formación religiosa; la enseñanza religiosa es constitucional, aunque de elección libre. Los otros alumnos que no deseen enseñanza religiosa deben recibir alguna formación ética natural, objetiva y no ideológicamente contaminada como lo fue la llamada Educación para la Ciudadanía.

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