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Portavoz municipal | de Izquierda Unida

Limpiemos Avilés

Una mezcla de indignación y vergüenza ajena me invadía tras conocer los bochornosos pormenores de la "trama del agua" ligada a Aquagest, una empresa que, presuntamente, para obtener la adjudicación de servicios, se dedicaba a agasajar a políticos del PP con visitas a putiferios, balnearios, viajes, regalos y financiación para sus campañas.

Las revelaciones del contenido de las investigaciones judiciales sobre la "trama del agua" suponen un salto cualitativo que nos ha permitido conocer sus entresijos en Asturias. Lamentablemente, Avilés está situada en el epicentro del escándalo ya que, en nuestra ciudad, están las oficinas centrales de Aquagest y también su principal nicho de negocio.

Cuando se llevó al Pleno del Ayuntamiento avilesino la privatización del agua, sólo Izquierda Unida votó en contra, y lo hicimos tanto por motivos ideológicos, como porque considerábamos que detrás de un apoyo tan mayoritario a una propuesta que era claramente contraria a los intereses de los avilesin@s, necesariamente tenía que haber "gato encerrado".

Teníamos razón, la adjudicación del contrato estaba amañada. Según se desprende de las pesquisas judiciales, Aquagest habría sido muy generosa para garantizarse votos suficientes en el Pleno para conseguir la gestión del agua en Avilés. El presidente de ASIA, Villalba, habría recibido, además de una comisión de 60.000 euros, contratos de obra por importe de cerca de medio millón de euros; y el expresidente del PP, Aréstegui, habría obtenido el compromiso de una comisión de 360.000 euros.

Pero yo aún sigo mosqueado; pienso que este escándalo oculta mucho más de lo que ha aparecido hasta ahora, ya que me resulta completamente inverosímil que Aquagest pudiera hacerse con la concesión del agua sobornando sólo a la oposición, sobre todo porque, para consumar el negocio, era condición imprescindible que la iniciativa partiese del gobierno socialista.

Así fue. Pilar Varela y Fernández Huerga, ambos del PSOE, fueron quienes lideraron la privatización y, para colmo, lo hicieron basándose en la ineficacia de su propia gestión, es decir, confesando públicamente su propia incompetencia para seguir gestionando el agua. Por eso, como suya fue la iniciativa, me desconcierta el silencio del gobierno municipal socialista ante unos episodios tan turbios de tráfico de influencias, ligados, además, a una empresa que ellos mismos contribuyeron a traer a nuestra ciudad. Cuando lo que está en cuestión es el buen nombre de Avilés, la táctica del silencio es una opción. Pero, para mí, tiene un grave inconveniente: es imposible adoptarla sin inducir a la sospecha sobre la honorabilidad de los silenciosos.

Tras haberse acreditado de forma pormenorizada indicios ciertos de la compra de votos por parte de Aquagest, solo cabe concluir que la multinacional obtuvo la adjudicación del servicio de aguas avilesino de forma ilícita y que, por lo tanto, todo el proceso de privatización del agua ha quedado invalidado política y moralmente.

En Izquierda Unida, estamos libres de pecado. Por eso, podemos tirar piedras en contra de los políticos que contribuyeron a convertir nuestra agua en un negocio primero y en una cloaca, después. Ya se han empezado a depurar las responsabilidades judiciales de la trama y alguna responsabilidad política, que está muy bien. Pero, ante la corrupción, no caben medias tintas, deben dimitir todos los responsables de haberle extendido la alfombra roja a Aquagest.

Las mayores corrupciones surgen del apareamiento del sector público con el privado. Avilés es otro ejemplo de lo que ocurre con los servicios públicos cuando se entregan al lucro privado, que lo fundamental pasa a ser obtener el mayor beneficio posible y a cualquier precio, en vez de satisfacer las necesidades reales de la ciudadanía. En un país como el nuestro, en crisis, y carcomido por la corrupción, si queremos salir del pozo es imprescindible impulsar una profunda regeneración democrática que devuelva a la ciudadanía la confianza en sus instituciones y que acabe con el descrédito de la actividad política.

Ésa es la cuestión ética de fondo que debemos encarar; tenemos que limpiar Avilés. Una empresa como Aquagest, sin escrúpulos y que recurre a prácticas tan deleznables, no puede seguir gestionando nuestra agua. Desde luego, en Izquierda Unida no vamos a parar hasta rescatar su control para la gente.

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