Unos minutos después de que cayera el telón de "La piedra oscura", la noche occidental se inundó con la sangre de los parisinos que se cruzaron en el camino de los terroristas. Y así, por un accidente del tiempo, se sumaron en una las muertes de hace 80 años, con las muertes recientes. "La piedra oscura" es una tragedia sobre la culpa y también sobre el olvido, un texto casi perfecto del dramaturgo andaluz Alberto Conejero, uno de los autores con mayor proyección del momento. El teatro Palacio Valdés acogió anteanoche una representación de su espectáculo que sumó aplausos y tedios casi a partes iguales..., pero no toda la culpa fue de Conejero.

"La piedra oscura" plantea el encuentro en un hospital de Santander de Rafael Rodríguez Rapún (Daniel Grao) y un soldado aterrado de nombre Sebastián (Nacho Sánchez), en los peores años de la historia reciente de España. La importancia de la recreación del encuentro radica en la figura de Rodríguez Rapún (la última pareja de Federico García Lorca, una de las inspiraciones reconocidas de los "Sonetos del amor oscuro", los versos escondidos del de Fuentevaqueros: se publicaron en 1984, casi medio siglo después de su asesinato). Rodríguez Rapún espera el final de su última noche vigilado por un desbordado centinela. Y esto, el desbordamiento planteado por el director del montaje (Pablo Messiez), aleja a los espectadores de un libreto que comienza en la cresta de la ola y que, según avanza, se va desarmando. Y es una lástima. El monólogo de presentación de Sebastián es perfecto, redondo, angustioso... no lo es tanto los movimientos de un percusionista de banda de pueblo ahogado de tragedia excesiva y, sobre todo, de nerviosismo histérico (accidentalmente, por esto, cayó parte de la escenografía en mitad de la función).

El texto de Conejero se descabeza cuando trata de explicar -deprisa y corriendo- la importancia de Rapún en la historia. Y ésa es su falla. También que el actor que da vida al personaje lo hace con tanta intensidad que apaga el talento de Nacho Sánchez, que es un actor que acongoja. La línea textual señala brutalidad de unos tiempos que parecían haber acabado. Y nada más lejos. La noche del viernes fue de muerte y destrucción. Conejero agarra el tiempo y lo retuerce. Lástima que nos escapemos todos vivos.