La estrategia es clara: obtener promoción a toda costa. El mensaje es lo de menos. Si hay que bailar, se baila; y si de cantar se trata, ¡pues qué empiece a tocar la orquesta! O sea que, a estas alturas, uno ya no sabe si los políticos que aspiran a gobernar España compiten por acaparar minutos en el "prime time" de la televisión patria o por convencer a los españoles de que su plan es el mejor para sacar al país de la postración. Lamentablemente esta es una batalla perdida; a los mítines ya sólo van los más fans de cada partido y los debates, contagiados del espíritu de "Sálvame", se han convertido en un espectáculo de casquería a los que los cabezas de cartel evitan acudir por aquello de no mancharse de sangre. ¡Hay que cuidar la imagen! O al menos, eso parecen creer los asesores de los partidos: que con dar una imagen desenfadada en la tele los votos vendrán a porrillo. Qué desvirtuada ha quedado aquella coletilla de Julio Anguita: "Programa, programa, programa".
