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Orgulloso de ser español

Sobre el inexplicable empeño de los políticos en cambiarnos el país cuando estamos tan a gusto con él

Todas las campañas electorales de todos los partidos quieren una España que no es España, como si quisieran quitar de un plumazo nuestra identidad latina y convertirnos en finlandeses, alemanes, holandeses y suecos. No, no, mire usted, yo estoy muy orgulloso de ser español. Y claro que hay que cambiar, siempre hay que cambiar.

Creo que hablo por la mayoría si digo que estamos orgullosos de ser el único país de Europa que no ha sacado a relucir plataformas y partidos de corte xenófobo. No quiero parecerme a Francia con Cruella de Vil, Marine LePen. No quiero parecerme a la Holanda del impresentable Geert Wilders y su teatralización de la raza aria. No quiero parecerme al Amanecer Dorado de Grecia , que además de xenófobos y fascistas son pobres griegos, la lucha del último contra el penúltimo. Y para terminar, no quiero tampoco parecerme al Partido Popular Suizo, que embandera sus objetivos con la imagen de unas ovejas blancas echando a una oveja negra.

De Alemania mejor no hablo, porque lo tienen todo, partidos manifiestamente xenófobos, partidos tácitamente xenófobos y también plataformas, y todo eso viviendo de mini-jobs, un lujo germánico que prefiero no permitirme. Esto es España, y en España, como en tantos países de Latinoamérica que tuve el gusto de conocer, es raro -casi imposible- llegar a un hogar próximo al almuerzo o a la cena y no ser invitado. Siempre hay lugar para un plato más.

No sé si se dieron cuenta, pero en España genera pudor decir "soy de derechas". Parece a priori una mala palabra, y aquel valiente que lo dice inmediatamente argumenta el porqué, qué contenidos le atraen del programa. Y por supuesto, casi ningún político se confiesa "de derechas", ni Albert Rivera (dice ser de centro, que supongo que debe ser algo así como vivir cerca del ayuntamiento, yo también soy de centro), ni mucho menos don Mariano que se dice liberal, que es una palabra mucho más bonita y hasta confusa políticamente. Aquí nadie es "de derechas" menos la señora Aguirre y Aznar, que casualmente cuando dicen "soy de derechas" están mintiendo porque deberían decir soy de mi cuenta bancaria.

Volviendo al orgullo. Les venderé una reflexión corta, ideal para el bolso de la dama y el bolsillo del caballero (más vale que me lo compren porque si me agarran los feministas semánticos me matan por no haber contemplado la posibilidad de bolsillo para la mujer, les pido perdón, es que de lo contrario se me caía la rima). Les vendo una balanza imaginaria: en un plato depositarán esas cosas que atentan contra el orgullo de ser español (les echaré una mano: la corrupción, la impunidad, el exceso de telebasura y alguna otra que se les ocurra); en el plato restante depositarán todo lo que acaricia las mejillas del orgullo (ahí voy: el jamón, el vino, la dieta, los postres, los restaurantes, los bares abiertos hasta el amanecer, el clima, los paisajes, el jamón y el vino otra vez, los amigos, las risas y un largo etcétera).

¿Desde cuándo queremos convertirnos en pingüinos "bienpensantes" y acostumbrados a una vida llena de preocupaciones y vacía de felicidad latina? De verdad que no lo entiendo. Como mucho podríamos querer ser españoles y acaso también rioplatenses; pero bueno, la perfección no está al alcance de todos.

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