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¿Qué estamos celebrando?

Según lo "políticamente correcto", las Navidades son simplemente unas fiestas de invierno sin más trascendencia

Próximas las fiestas más importantes del año, en las calles de nuestras ciudades ya se inician los trabajos para su iluminación y también se instalan altavoces que transmitan continuamente música, haciendo así más alegre y vivaz el paso de los transeúntes, animándoles a la vez a consumir en las tiendas, las cuales también adornan sus escaparates con profusión tentadora, ya que la época es proclive a hacerse regalos y a disfrutarlos, gracias también a la paga extraordinaria que la ley establece.

Todo ello es bueno para la economía, para gozar de la vida, para el consumo y para el reagrupamiento familiar que tradicionalmente se realiza en ésta época del año.

Pero dicho esto, me pregunto: ¿Qué se celebra en estas fechas de tradición dos veces milenaria? Pues, según está regulado por lo "políticamente correcto", no celebramos absolutamente nada. Son simplemente unas fiestas de invierno sin otra trascendencia que la pura costumbre social, sin que los motivos primigenios que las ocasionaron, tengan ningún reflejo en la vida oficial y política que ha abdicado por completo de cuanto signifique la figura de Cristo y de sus enseñanzas.

Hasta hace poco tiempo, los motivos de la iluminación eran ángeles, estrellas, Portales de Belén, mulas y bueyes calentando al Niño Jesús, a quien sus padres José y María cuidaban emocionados. También figuras de los Reyes Magos montando camellos llenos de juguetes para los niños, anticipando las fiestas infantiles más entrañables de la familia, que con estos regalos rememoraba la adoración de los Magos al Niño.

Y la música retransmitía villancicos y motivos navideños que recordaban que hace más de dos mil años había nacido Jesús de Nazaret, cuya vida sirvió de ejemplo a los hombres de buena voluntad, ya que con sus enseñanzas se creó una religión de paz, de amor y de perdón y, sobre todo, de hermandad, religión que, dicho sea de paso, sirvió también para conformar a Europa y América, y para crear amplios espacios de libertad y de progreso, aunque ahora sea moda decir lo contrario.

Porque ahora soplan otros vientos. El laicismo imperante ha hecho tabla rasa de las creencias de una inmensa mayoría y resulta que hay que olvidar todo lo que de religioso y moral tengan las Navidades, para sustituirlo por las "fiestas del solsticio de invierno" en lo religioso y por una "ética laica" en lo moral.

Y lo curioso es que son precisamente quienes se auparon al poder haciendo profesión de fe cristiana, los primeros que han claudicado ante el ataque inmisericorde del ateísmo imperante, antidemocrático y dictatorial. Y lo peor, es que no solo han hecho dejación de sus principios religiosos y tradicionales, sino también de otros muchos sociales y políticos que harían interminable esta queja periodística que no por breve, deja de ser hondamente sentida.

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