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Saúl Fernández

La transformación del espíritu disciplinado

"Eres el último hombre. El guardián del espíritu humano". Esto es lo que le dice el torturador O'Brien a la víctima de sus torturas: Winston Smith, el rebelde; las dos principales criaturas de la novela "1984", de George Orwell, una utopía gobernada por un Gran Hermano disfrazado de Mago de Oz, en la que el idioma se transforma y se diluye de tal modo que el pensamiento pueda dejar de tener, en cierto modo, sentido. "¿No ves que la finalidad de la neolengua es limitar el alcance del pensamiento, estrechar el radio de toda acción de la mente?", se puede leer en un momento dado más adelante. La "neolengua" es la herramienta certera para recortar la realidad y Winston lo sabe de sobra. Trabaja como funcionario del Ministerio de la Verdad de Oceanía cambiando un pasado por otro. "No se trataba de una falsificación, simplemente se trataba de una sustitución de un tipo de tonterías por otras", explica el personaje principal de "1984". "En el fondo de tu corazón prefieres el viejo idioma con toda su vaguedad y sus inútiles matices de significado. No sientes la belleza de la destrucción de las palabras", le replican. Y no se confunden: Winston es un rebelde porque quiere pensar y porque quiere comunicar todo aquello que piensa. Y para eso habla. Lo contrario de lo que hace María Casas (Nur Levi), la protagonista de "Lo que no te digo" , que se representó antes de anoche en el club del Niemeyer.

Levi da vida a una profesora que trata de enseñar los rudimentos básicos de la comunicación. Un día descubre que la comunicación es falsa, que las palabras han dejado de tener sentido, que el presente no se corresponde con el pensamiento. Y eso quiebra su planteamiento vital. Y reacciona y se disuelve y se hace tan rebelde (o más) que Winston Smith, la criatura orwelliana que, por querer pensar, acaba en manos de O'Brien.

"Lo que no te digo" es un monólogo de densas esencias: las que aporta la comunicación a la relación entre los seres humanos. O, más bien, las que no aporta. Nur Levi escribe un texto que también interpreta con maldad y en el que el desencuentro entre el emisor y el receptor causan desconexiones sustanciales que son las llamaradas entre las que arde la capacidad de la alegría. Y es que "Lo que no te digo" es un monólogo en el que la protagonista se convierte en una palmera mecida por un viento que tiene pinta de transformarse en huracán. "Lo que no te digo" lo dice todo en los labios de una Nur Levi sensacional: la mujer-palmera que se rebela contra un entorno pese al riesgo de ser tomada por una desesperanzada mujer que piensa y habla más de lo que debe. "Su error era evidente porque presuponía que en algún sitio existía un mundo real donde ocurrían cosas reales. ¿Cómo podía existir un mundo semejante? ¿Qué conocimiento tenemos de nada si no a través de nuestro propio espíritu?", se lee en "1984" y se podría haber escuchado en "Lo que no te digo".

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