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Cuando el silencio habla

Reflexión sobre el hombre contemporáneo

Permítame, amigo lector, que me aparte por unos momentos de las premisas que derraman algunos sabios pensadores y gran parte de ilustrados periodistas en sus medios de oración y dulce aroma.

Cuando la mordaza te condiciona la vida y ésta se desarrolla, por tanto, sumida para no escandalizar a la gran parroquia de eternos durmientes, pasas a engrosar las filas de esa gran ejército de lelos de salón.

Este país nuestro, como muchos del resto del orbe con diversidad de culturas, caminan por senderos marcados por una toponimia introducida a golpe de fragua y cuya praxis consiste en la obediencia, aunque la misma resulte extemporánea.

En este apartado, que abarca un círculo grandioso, se encuentra cómodo el proselitismo tanto político como religioso. Uno se asombra cuando, llegado a la senectud, verifica costumbres y normas tan arraigadas en la especie humana en las que se cree a pies juntillas al considerarlas como alimentos básicos para el corto paseo de vida que se nos asigna.

Si desnudamos al hombre no veremos sólo su piel, sino la profundidad de sus pensamientos. El hombre, articulado por igual en su estructura corpórea, se descompone en su mente al estar condicionado por orientaciones que pretende "divinas", puesto que necesita de lo sobrenatural para protegerse de su soledad endémica. Vivir en un estado tan circunstancial lo catapulta a postulados que pretende sabios, como las leyes, que no son divinas, porque lo divino es liturgia y diseño humano y, por consiguiente, expuesto a formalismos de dudosa identidad (véase que las leyes son interpretativas).

Se puede decir que al hombre se le instrumenta desde el nacimiento para aceptar desvaríos tanto religiosos, políticos o geográficos, entre otras causalidades que el propio entorno le germina... El hombre actual difiere por completo del de otras edades pasadas, pero arrastra sus influjos y, por consiguiente, sus consecuencias, las cuales se manifiestan en el libre albedrío de sus creencias, en materia religiosa o política, entre las más acentuadas.

Bucear en la historia ayuda a entender el presente. Partiendo de esta base, comprenderemos algo de lo que nos rodea y que tan actualizado está; bucear sólo en mares mansos de profunda calma, engendra comodidad y olvido: pero son en las agitadas aguas donde la verdad subyace.

Comprendo la problemática que este artículo pueda suscitar al apartarse de posturas y convencionalismos tan arraigados en nuestros tiempos; las reflexiones propias están a merced de los criterios personales de cada uno que las puede juzgar, según su estado de ánimo, situación geográfica o dogmatismos? dado que el ser humano ha sido, es y será un esclavo de sus pensamientos y costumbres.

Las religiones monoteístas, tanto del islam (tan actual hoy) como del cristianismo, son el germen y sostén de sus prosélitos influenciados por las "divinas" palabras de sus respectivos profetas y con el débil soporte de la fe y los dogmas.

Como colofón de lo aquí redactado, que avala mi particular exposición, muestreo una documentada trayectoria sobre el profeta Mahoma, tan en boga en la actualidad.

Mahoma: fundador del Islam (La Meca, 570-Medina, 632). Hijo de ilustre familia, quedó huérfano a los seis años y fue educado por su tío Alen Zaleb. Más tarde entró al servicio de una viuda acaudalada, llamada Jadiya, con la que se casó a la edad de 25 años. Afianzada su posición económica, se dedicó al comercio. Sin embargo, su inquietud religiosa, alimentada por el conocimiento del judaísmo y del cristianismo, le llevó a meditaciones en solitario en el monte Hira, donde una serie de visiones despertaron en él la idea de considerarse enviado de Alá. Podríamos alargar la historia pero este retazo -muy parejo a otros monoteísmos que me callo-, son luz y faro que acredita que unos argumentos tan pobres como endebles sean aceptados, sin más, por millones de prosélitos.

Despertar al ser humano del letargo que le entraña el complejo campo religioso y político, costará siglos de existencia; pero así como las carabelas de los descubrimientos oceánicos del Nuevo Mundo se transformaron en lujosos transatlánticos con el paso del tiempo, el cientificismo rescatará al hombre de la dependencia de credos que perturban su mente.

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