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Vita brevis

Mea culpa

Repaso al segundo matrimonio de María Cristina de Borbón-Dos Sicilias

Mi buen amigo Fernando Álvarez Balbuena me llamó por teléfono para advertirme de ciertos errores que, con acierto, había percibido en mi anterior artículo del domingo pasado. Tenía toda la razón y es de lealtad reconocerlo, sobre todo por los lectores de mi columnilla. "Mea culpa".

Escribí que María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, madre de Isabel II y regente durante su minoría de edad, al poco de enviudar de Fernando VII, se casó con un guardia de palacio. Erróneamente identifiqué a este segundo esposo de la reina madre y viuda como Agustín Fernández. Garrafal equivocación, por causa de esto o de aquello y, más bien, por escribir fiándome de la memoria, que ya sabe usted lo traicionera que es. "Mea culpa".

El sargento de la guardia con el que se casó la reina regente realmente se llamaba Agustín Fernando Muñoz Sánchez, natural él de Tarancón, Cuenca, razón por la cual estaba instalado en la corte, gracias al enchufe de su abuela paterna, que era de su mismo pueblo y había sido nodriza de una de las hermanas del rey felón. Fatal error de identificación del joven y aguerrido guardia de corps, que tanto debió gustar a la reina viuda. "Mea culpa".

Los coetáneos de la pareja nunca padecieron semejante equívoco sobre los apellidos del segundo esposo de la reina regente. Se casaron en secreto, aunque sus embarazos eran públicos, a pesar de los amplios ropajes de la viuda con que pretendía disimularlos. Es que la reina regente, que sólo había dado una hija a Fernando VII, tuvo ocho hijos con su segundo esposo soldado. Por eso lo que las gentes cantaba era la chanza que decía: "Clamaban los liberales / que la reina no paría / y ha parido más muñoces / que liberales había". Ya ven qué bien se sabía que el apellido del sargento y semental de la reina madre era Muñoz. "Mea culpa".

Aquel matrimonio secreto se hizo público tras la mayoría de edad de Isabel II, que fue reconocido por las Cortes. A partir de entonces le llovieron los títulos nobiliarios al esposo de la reina madre y, como parece que era hombre espabilado, se enriqueció con eso que ahora llamaríamos información privilegiada. Entre los lugares favoritos de sus inversiones, vea usted por dónde, estaba Asturias, con aquello de las minas y el ferrocarril, de los que sacó suculentos beneficios. No mencionar la relación del que fue honrado con el título de duque de Riánsares con nuestra tierra, borracha y dinamitera, fue un olvido imperdonable. "Mea culpa".

Pero el mayor de las desatinos fue el que advertí tras releer la columna, ya impresa y, por ello, incorregible. Escribí que, de los 102 presidentes del Gobierno que hubo desde 1833 hasta ahora, cuatro fueron asturianos. Citaba a los ovetenses José María Queipo de Llano, que estuvo un verano en 1835, y Alejandro Mon, que duró seis meses en 1864; al vegadense Augusto Barcia, que ocupó el cargo tres días en mayo de 1936, y al gijonés Torcuato Fernández Miranda, que ejerció once días tras la voladura de Carrero Blanco, en 1973. ¡Error fatal! No fueron cuatro, sino cinco. Se me olvidó mentar nada menos que al llanisco José Posada Herrera, que también ocupó la presidencia del Gobierno durante tres meses, a finales de 1883 y principios de 1884, cuando ya era historia lo que se cantaba en aquella tonadilla de corro que decía: "¿Dónde vas Alfonso XII, / dónde vas triste de ti? / Voy en busca de Mercedes / que ayer tarde no la vi". Ya ven qué mierda de olvido. "Mea culpa".

No pensar dos veces las cosas es lo que tiene. Así que ya saben lo que han de hacer cuando vayan a votar, no sea que luego tengan que entonar: "Mea culpa".

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