La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Carta a Santa Claus

Petición para unas fiestas navideñas en las que reine el sentimiento de concordia

Te pido, desde lo más profundo de mi corazón, que ayudes al hombre a encontrar su camino, la chispa divina su luz, la gracia santificante del cielo para que se eleve por encima de sus miserias internas y alcance la paz y prosperidad que todo lo pueden. En un mundo entregado sin medida hacia lo superfluo y lo banal, que exalta los valores materiales hasta extremos incomprensibles, acosa a los buenos, desprecia cuanto ignora y se vuelve contra quien le tiende su ayuda, necesita, más que nunca, la mano auxiliadora de la bondad, la meditación de la plegaria silenciosa, la caridad de las buenas obras y la compasión generalizada hacia el que sufre. Las cosas, querido Santa Claus, no van bien cuando el alma se anula, la esperanza se tiñe de envidias y ambiciones hueras, el egoísmo crece como la espuma, el prójimo es tratado y despreciado como si fuera despreciado como si fuera una mercancía barata y sólo vale, en el mercado de cambio social, lo que reluce, lo que suena a oro y metal, a grandes recompensas materiales.

El mundo va a la deriva y se enfrenta a sus principales enemigos cuando sustituye la paz por la violencia, la felicidad por el apego, la sabiduría por el exceso de información y el alma por una cibernética sin razón. Devuélvenos el niño sagrado que han matado los discípulos de la contaminación moral, no nos dejes envejecer por una ideología entregada a guerras crueles y despiadadas, que manipula y engaña sin cesar, que tiene a los seres que dirige esclavizados e idiotizados por falsas componendas de progreso material e imaginaria libertad individual y consagra unos pretendidos derechos humanos que impiden a los pueblos su sano respirar. Danos la alegría del amor, la paz de la infancia, el cariño de la madre piadosa, la misericordia del Cristo redentor; ayúdame, con tu varita especial, a salvar a los muertos que están vivos esperando salir de su prisión.

Con la magia blanca de la Navidad sempiterna, te ruego no permitas el triunfo de lo mediocre y vulgar sobre lo profundo y sacrosanto, no dejes que los enemigos del cielo consigan imponer sus malas artes en la tierra, ayúdanos a despertar para que los ojos del alma miren a la tierra prometida y vean la gran e ilimitada felicidad que les está esperando. El hombre de nuestro tiempo ha extraviado la razón porque ha perdido la fe, ha matado a Dios libremente y ha erradicado del espíritu de su corazón los verdaderos dones sagrados para sustituirlos por prebendas económicas y mediocres ídolos de admiración, que sólo le conducen a la catástrofe venidera y le ciegan los ojos de su amor.

No permitas nunca que la infancia e inocencia desaparezcan, actúa para que los niños sean dichosos y jamás pasen hambre, acaba de una vez con las guerras para que el dinero sucio desaparezca y las riquezas de los malos no crezcan para ser usadas en fines perversos contra la pureza y el bien, con el ansia de poder que sólo acarrea locuras imparables, divisiones familiares, heridas sangrientas, desgarros entre los seres y odios sin cuartel. Que tu magia evite el fin de la familia, la muerte de niños antes de nacer, el final anticipado de ancianos e indefensos por hipócritas motivos de dolor y toda esa locura moderna del hombre que consiste en no querer, aspirar a lo que suena, no dejarse convencer por los que saben y no luchar por un sano ideal de amor absoluto hacia los demás.

Me gustaría que el ser humano se volviera niño para crear un mundo de ilusión, que el cielo volviera de nuevo a la tierra para que los tristes y abandonados encontrasen la medicina de su salvación, que no hubiera sangre en el mundo para que la sangre que Cristo derramó fuera la simiente de nuestra entrada en el paraíso eterno y que todos los hombres fuesen felices para que amasen más y mejor. El mundo está enfermo por falta de cariño. El hombre está muy cerca de su autodestrucción si continúa avanzando por el sendero del odio, la envidia y el rencor. Cuantos menos libros haya, menos se eche de menos el amor, las máquinas infernales sigan dominando el alma y el dinero comprando la conciencia y el honor, poco podemos hacer para liberarnos de esa esclavitud guarecida en la sombra que dirigen los amos del terror. Dios es la única secreta arma milagrosa que os queda y nos puede ayudar para salvarnos, solo Él puede rescatarnos de la catástrofe que se avecina y la cárcel de horror en que se haya sumida el alma. Que estas fiestas sagradas del alma sean el bálsamo secreto donde estos sueños los hagas realidad. Un abrazo. Feliz Navidad.

Compartir el artículo

stats