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Vita brevis

Habladurías del pueblo

En diciembre de este año se cumplirán los cuarenta años del referéndum para la Reforma política, con el que se inició la Transición. Entonces se hizo muy popular una canción, que se utilizó para la propaganda de aquella consulta y que parece ser que era original del grupo "Vino tinto". La canción, que se acabó convirtiendo en un himno de la Transición y que tantos réditos políticos le dio a Adolfo Suárez y a la UCD, tenía una música pegadiza y su letra decía: "Habla, pueblo, habla, / tuyo es el mañana. / Habla y no permitas / que roben tu palabra."

Esto de que el pueblo habla a través de las elecciones se ha venido utilizando desde entonces por todo el mundo. Cada vez que se celebra una consulta electoral salen los políticos y los medios de comunicación con la monserga de que el pueblo ha hablado y que ha dicho tal o cual cosa. Ya ven, como si el pueblo fuera un ser vivo individual con sus pulmones, su garganta y su boquita. Bueno, la verdad es que últimamente ya no se menciona al pueblo, porque se ha impuesto la cursilada de llamarlo ciudadanía, pero para el caso es lo mismo. Ahora los repipis dicen que es la ciudadanía la que habla y dice esto o aquello.

En todos los procesos electorales que se han celebrado durante estos últimos casi cuarenta años, se diría que, ciertamente, el pueblo ha hablado. No es que todos los electores hayan votado lo mismo, pero apenas si ha habido más de dos voces. Unas veces fueron los azuletes y otras más los colorados, tirando a rosa pálido, los que alcanzaron mayorías muy numerosas. Con tales resultados no era muy impropio decir que el pueblo había hablado, siquiera sea mayoritariamente.

Pero, ay, amigo, en estas últimas elecciones las cosas han cambiado notablemente, porque han entrado más en liza y el parlamento está muy repartido, como a veces ocurre con el Gordo de la lotería. Esta vez no se puede decir que el pueblo haya hablado, porque cada cacho de pueblo ha dicho lo que le dio la gana de forma diversa. De modo que ahí tenemos ahora un confuso galimatías, que a ver quién lo descifra.

De momento, no parece que los líderes políticos se hayan enterado muy bien del asunto, porque siguen con la cantinela de creer que el pueblo o, como dicen los pretenciosos, la ciudadanía ha dicho algo. No, señor, el pueblo ahora no ha hablado, sino que ha dicho un montón de habladurías distintas y, sobre algunas cosas, bastante contradictorias entre sí.

Es esta una situación compleja que, por ahora, no tiene visos de que vayan a saber afrontar nuestros representantes. Acostumbrados como estaban a los coros mayoritarios, parece difícil que sepan dirigir esta polifonía, con los tenores por un lado, los barítonos por otro, los bajos por aquí, las contraltos por ahí, las mezzosopranos por allá y las sopranos por acullá, que además las hay ligeras, líricas, dramáticas y de otras tesituras que vaya usted a saber.

En otros sitios nunca han tenido la experiencia de que el pueblo haya hablado con mayorías absolutas, como en Italia o en Holanda y en esos ensoñados países escandinavos. Por esos lugares saben arreglárselas en sus plurales parlamentos, que se llaman así precisamente por eso de parlar, que los de aquí más bien parecían hasta ahora callamientos. Por esas tierras siempre han acabado teniendo gobiernos de coalición entre partidos diferentes, como los de Alemania, entre democristianos y socialistas, o en Grecia, entre los podemitas de Syriza y los muy derechistas del partido Griegos Independientes. Aunque se tarden casi dos años en entenderse las diferentes habladurías del pueblo, como en Bélgica, que nunca le fue mejor que durante ese tiempo.

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