La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Vita brevis

La loma del monte

El flamante presidente de Cataluña hace honor a su apellido, Puigdemont, y amenaza con irse por los cerros de Úbeda

Dicen que es el centésimo trigésimo que ocupa el cargo, pero esa cuenta se corresponde con una concepción mítica y anacrónica de esa institución. En realidad es el octavo o, como mucho, el noveno, si contamos también a los que ocuparon nominalmente el cargo de forma ficticia en el exilio. Es que la Presidencia de la Generalidad de Cataluña, tal como la conocemos hoy, fue un invento de la II República, que ella misma suspendió durante dos años y que luego Franco suprimió, reestableciéndose en la Transición, cuando volvió Josep Tarradellas y, ante la multitud que le esperaba en la plaza de Sant Jaume, dijo aquella famosa frase: "Ciutadans de Catalunya, ja sóc aquí!"

Es verdad que la Generalidad de Cataluña se creó a mitad del siglo XIV, siendo su primer presidente Berenguer de Cruilles, que era obispo de Gerona y bondadoso partidario de la Santa Inquisición, hasta el punto que llegó a excomulgar a su sobrino, Pedro IV el Ceremonioso, rey de Aragón. Ya ven cómo empezó la cosa, que siguió mayormente en manos de obispos, abades, canónigos y algún que otro noble, hasta que en 1716 el rey Felipe V promulgó el Decreto de Nueva Planta y suprimió las arcaicas instituciones del Antiguo Régimen, afortunadamente para los catalanes pues, a partir de entonces, adquirieron los mismos derechos que los castellanos, entre ellos el de poder hacer las Américas y lo bien que les fue en ello.

Aquella Generalidad histórica nada tenía que ver con la actual. La constituían doce diputados nombrados por las Cortes catalanas, con sus tres brazos, siendo el eclesiástico el más prominente, porque la inmensa mayoría de sus presidentes fueron del gremio de la sotana. Era lógico entonces porque los clérigos debían ser casi los únicos que sabían leer y escribir, cosa primordial para ejercer sus funciones, que eran fundamentalmente las de recaudar impuestos, que por aquella las arcas públicas estaban achuchadas. De lejos le viene a la Generalidad lo de la rebusca de la pela.

La de ahora es un gobierno regional con pretensiones y, para encabezarla, el Parlamento catalán ha elegido al "molt honorable" Carles Puigdemont i Casamajó. Es este un sujeto con cierto aire de intelectual sin carrera, discretamente bohemio, con sus gafitas y las greñas cuidadamente peinadas al desdén, al modo de bisoñé con raya al medio y bucles sobre la frente. Era alcalde de Gerona, que en castellano siempre se llamó así, y se significa por ser un ferviente independentista de la derecha catalana de toda la vida, de cuyas subvenciones y prebendas comió cumplidamente, sobremanera como periodista chusquero de "Catalonia Today", cuya propiedad comparte con su señora esposa rumana, rubia y sin acordeón. Es esta una publicación digital de tanta difusión e influencia que creo que Obama no hace otra cosa que leerla, todos los días, antes de desayunar su tazón de leche con "corn flakes". Parece ser que ese periódico incluso llegó a tener hasta cuarenta entradas en un solo día, así que ante tamaño seguimiento masivo es lógico que la Generalidad, que ahora preside, le haya premiado durante estos años con una docena de milloncejos de euros de subvención.

Don Carles Puigdemont es oriundo de un pueblecito de la comarca gerundense de La Selva, llamado Amer, de donde también era, casualmente, don José María de Porcioles, que fue alcalde eterno de Barcelona durante el franquismo, que por entonces la burguesía catalana era adicta al régimen. Para quien no hable catalán en la intimidad, conviene aclarar que "puig" significa loma, colina o cerro. Así que Puigdemont sería algo así como la loma del monte. De modo que nadie se extrañe que haya sido elegido para que la Generalidad se tire al monte y que él se vaya por los cerros de Úbeda.

Compartir el artículo

stats