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Escritor

Uno de aquellos días

La infancia en un hogar sin lujos

Con harina y con agua mi madre nos fabrica pegamento. Dice que no están los tiempos para andar derrochando. Salen cromos en todo últimamente, en Chocolates Plin-La Herminia, en los cropanes Bony y en las Chapela y en La Pantera rosa y el Megatón y, claro, nos pasamos las tardes recortando y pegando. Tengo el álbum de Johan Cruyff con muchos sueltos y lo mismo el de Mazinger, atiborrado. No es la primera vez que los pego con chicle, lo mismo que en la escuela cuando el maestro sale y pegamos las páginas de su dietario. Después nadie responde cuando pregunta, todos se hacen los sordos y bajan la cabeza y siempre acabo yo siendo el que paga el pato.

La verdad que la vida debe de estar muy mal. Llevo más de dos meses con estas zapatillas y este dedo asomando. Y mamá queda siempre de noche, hasta muy tarde, en la cocina, a solas, rodeada de mudas, cosiendo y repasando calcetines y trapos. La verdad que yo intento ayudarla, si puedo, y me siento con ella y le arranco botones de abrigos y camisas y los guardo en lata en la que tiene cientos o le enhebro la aguja cuando ya no ve bien o le atizó la lumbre cuando se va apagando. La verdad es que sueño con ser rico y mayor y comprarle una casa con cuartos espaciosos y bañera y paredes de azulejos enteros y con banquetas buenas y mesa de formica que haga juego además con un vistoso armario. Seguro que algún día lo consigo y se siente orgullosa de mí y lleva un bolso fino, de piel de esa muy buena, (así que no voy a fumar para medrar muchísimo y bien rápido).

La verdad es que ella se conforma con nada, que jamás necesita lo que nunca ha tenido, porque, al no conocerlo, ni se le ocurre entonces desearlo. Dice que con gozar de calma y de salud es suficiente y basta, que no pide más que años para vernos crecer, con futuro y honrados. Dice que está feliz con lo que la rodea, con la luz que ilumina cada mañana, con la flor que florece en sus cuatro geranios; que tiene más que nadie con nosotros contentos y una pota el domingo con garbanzos, que qué va echar de menos si ya lo tiene todo, que no puede vestir dos blusas a la vez, que está más que de sobra con un par de zapatos. Mi madre es como el cielo, sus palabras redimen y mirarla da fe y eternidad sus brazos...

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