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Saúl Fernández

Crítica / Música

Saúl Fernández

Wilko y su guitarra

Wilko Johnson y su guitarra. Y hala, ya está. Pero no está, porque antes de anoche hubo más. Norman Watt-Roy, por ejemplo, que toca el bajo como si acariciase una sombra. O Dylan Howe, batería redondo. Los tres llenaron la corta hora y pico que duró uno de los mejores conciertos programados en el Centro Niemeyer. La sencillez es la virtud de los sabios. Y el concierto del viernes fue sencillo y convirtió en sabios a quienes lo escuchamos. Se lo digo yo. El arte, si es bueno, es lo que debe hacer. Medio millar de personas (más o menos) disfrutó como nunca de un repertorio musical que comenzó puntual y puntual se despidió. Y hala, ya está.

Pero no, no está.

Wilko Johnson y sus dos colegas habían auditado el auditorio del Niemeyer a media tarde: en poco más de treinta minutos probaron todo. Se habían pasado la mañana del viernes haciendo turismo por la ciudad. Johnson, me cuentan, había encontrado concomitancias entre Avilés y la isla de Canvey, que es de donde procede. Y me contaron también que eso le satisfizo. Canvey está a hora y pico de Londres y en sus bares unos cuantos veintiañeros contribuyeron a crear a comienzos de los años setenta la banda "Doctor Feelgood". Johnson fue uno de ellos. El otro, Lee Brilleaux. Ahora, Wilko ha superado los setenta y un cáncer de páncreas. Le salvaron en un hospital de Cambridge y el otro día fue a ver a sus médicos con la guitarra convertida en flores de agradecimiento. Vivir de nuevo crea agradecidos hasta el infinito.

Lo peor del concierto de antes de anoche fue lo poco que duró. Gélido, ofreció un solo bis, pero un bis de los buenos. "Bye, bye Johnnie B. Goode", la canción esa de Eddy Mittchell que recordaba al clásico de Chuck Berry. O sea, una ensalada de nombres y de historias para cerrar un espectáculo sensacional que había contado con otros clásicos: "Roxette", por ejemplo, pero también temas nuevos, los del disco de Wilko Johnson con Roger Daltrey (de "The Who"): "Going back home". Roger Daltrey dota de gravedad a cada nota que emite por su garganta, pero antes de anoche, Daltrey no estaba en el auditorio. El que cantaba era el propio Wilko. Y la gravedad se tornó dureza. Dureza y rock'n'roll.

Wilko Johnson toca amarrado por un cable elástico que apenas le deja escapar fuera del foco, pero esta carencia la suple Norman Watt-Roy, que es un bajista alucinante. Y es normal. Tocó con Ian Dury y "The Blockheads", pero no sólo con ellos. También con "Frankie goes to Hollywood". Y sólo por eso merece toda mi devoción. Pero a esa lista se suma sus colaboraciones con el mismísimo Roger Daltrey o con Wilko Johnson. Desde comienzos de los ochenta. La banda de Watt-Roy le acogió cuando los de "Doctor Feelgood" le echaron. Las cosas de los músicos tienen estas cosas. Es normal. Pero todo esto sólo fue sustrato durante el concierto del viernes. Corto, sintético y genial. Wilko Johson sigue siendo enorme aunque siga escaso de palabras. Dijo: "Gracias, gracias", "Thank you very much" y "Good night". Y hala, ya está. Pero moló.

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