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La otra realidad

España, en peligro

Cuando vivimos con los ojos puestos en el cielo la vida fluye en armonía, transcurre serena, como si el tiempo no pasara; son los disturbios del corazón, las angustias del alma, la sed de fortuna los que nos impiden conseguir los nobles objetivos y llevar una existencia acorde con los altos andamios de las flores.

Si avizoramos la situación vigente, nuestro país está abocado en un tiempo no muy lejano a un estado de bastante preocupación social, cuando no a una desintegración de su territorio, poniendo en peligro la unidad de España y la tranquilidad de todos los ciudadanos, si el sentido común no se impone o alguien competente no lo remedia o si entre todos de forma activa no impedimos que las fuerzas enemigas del progreso salgan adelante con sus maquiavélicos propósitos.

Es la hora en que deben primar los intereses generales, la conciencia de Estado, una visión global que nos conduzca a seguir el camino que hemos emprendido en aras del beneficio común. Para evitar lo que algunos planean desde la sombra para su futuro bienestar, es menester no perder la paciencia, alimentar el diálogo y abrirse a nuevos campos de conducta donde broten el trigo de la concordia y la buena simiente del enriquecimiento individual. Confío y espero que el recuerdo de nuestra historia reciente pese y cunda en el ánimo de lo que se dedican, por unos motivos u otros, a la actividad pública para que los desgarros y desastres de ese pretérito no tan lejano no vuelvan jamás a repetirse. Si todos fuéramos bondadosos, honrados, amantes de lo sencillo y lleváramos una existencia plácida, exenta de ansiedad, alejada del mundanal ruido, nos crecería el ojo secreto de la luz interior para ver las verdades eternas e infinitivas: el que está cerca del cielo es afable y cariñoso con su prójimo.

Cuanto más avanza el hombre hacia el apego del poder temporal, más se separa de sí mismo, más se acerca a la agonía espiritual: el exceso de orgullo y vanidad traen siempre aparejados la ceguera interior y la pérdida del sentido de la vida.

"Quienes están locos por las riquezas encuentran enemigos, son totalmente perversos, sólo esperan poder arrebatar los bienes de los demás y se hacen esclavos para recibir las riquezas de ellos". Estas palabras, pronunciadas pro el padre de la Iglesia oriental, San Juan Crisóstomo hace más de mil seiscientos años, mantienen toda su vigencia y esplendor; también afirmó que la codicia procede del diablo y es causa de innumerables enfermedades.

El principal peligro de los hombres es la pérdida de la fe y del amor: sin ellos no somos absolutamente nada. Una vida sencilla es lo que está más cerca de la felicidad. Cuando pensamos que sólo la fama y la fortuna nos aportan todo lo que necesitamos abandonamos las maravillas que nos rodean, los tesoros que yacen a nuestro lado para darnos lo excelente que podemos conseguir. Ser conscientes de lo que somos, del escaso tiempo que nos queda y la certeza de rendir cuentas de nuestra alma cuando llegue la hora del juicio final nos confiere una visión elevada, pacífica y una forma de ser generosa con quienes nos rodean; si viviéramos para perfeccionar nuestra alma, se mejores de lo que somos y para destilar la armonía de las estrellas estaríamos más tranquilos, conoceríamos el significado de la felicidad y el mundo sería un lago en paz y en progreso.

Antonio Gala retrata muy bien el estado actual que atravesamos. En su felicitación navideña, me dice: "Todos estamos como España entera: desconcertados o enfermizos".

Cuando decimos adiós al cielo comienzan a venir las tragedias en la tierra; las grandes civilizaciones que brillaron en el pasado y se extinguieron por la locura tecnológica y el excesivo desarrollo material alcanzado terminaron mal por olvidarse del alimento espiritual que nutre el ser esencial. Está demostrado en la vida real que sin Dios el alma sufre, la mente se perturba y el corazón sangra heridas pro su costado. Si no retornamos a las fuentes límpidas de la sana creencia es inútil pensar que los problemas materiales que nos asedian sin cesar se van a resolver solos. No hagamos caso de los que hablan una cosa y dicen todo lo contrario; si creemos a los que no saben tendremos muy pocas posibilidades de aplicar la inteligencia necesaria para dar luz a los que ignoran estas verdades fundamentales. Como decía la santa mística de Ávila: "Sólo Dios basta".

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