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En memoria de las mujeres asesinadas

La importancia de promocionar la cultura de la igualdad desde la escuela

Quiero en este nuevo año que empieza, rendir un homenaje a todas y cada una de las mujeres que fueron asesinadas en este país durante el año que acabamos de dejar y a las que lo serán hasta el momento que este artículo vea la luz. No pondré los nombres de todas y cada una de ellas porque ya lo saben quién lo tiene que saber, sus familias y sus asesinos.

La impunidad y la canalla se extiende sobre estos casos como una mancha de aceite, sin que nadie sienta un escalofrío cada vez que una mujer es asesinada. Impunidad porque son tan irrisorias las penas que reciben sus asesinos, que ellos mismos se entregan a la autoridad en el conocimiento de que la condena será tan leve que mereció la pena su muerte, y la canalla porque es insultante la referencia a este terrorismo desde todos los medios sociales y de comunicación. No puede ser que las noticias de los asesinatos se despachen con un mero enunciado, sin más interés en la persona o en sus circunstancias, más que una mera referencia a los hechos y el recordatorio de un número de teléfono que no deja rastro en la factura telefónica, o la existencia o no de denuncias anteriores, dando a entender que si no hay denuncias las propias asesinadas contribuyeron al resultado de los hechos.

Este año que acabamos de dejar atrás fue abundante en terrorismo, siendo cabecera de noticiario un día sí y otro también, durante días y semanas se desmenuzaba las razones, se argumentaba sobre las circunstancias de los hechos, se ponían las bases para detener al terrorismo y sus consecuencias, se homenajeaba a las víctimas, y todo ello inmerso en la tristeza y el luto. Pero el terrorismo que nos toca más de cerca en este momento no pasó de ser un breve comentario entre la vorágine de noticias diarias, sin la más mínima tristeza por la pérdida de un ser humano, ¿o es que las mujeres por el hecho de serlo dejan de ser humanos?

Los políticos tranquilizan su conciencia con un sistema de cupos que utilizan en sus partidos y gobiernos, pero ni una sola iniciativa han legislado para igualar los sueldos por igual trabajo; tal vez si eso sucediera las mujeres no dependerían de sus asesinos y podrían poner punto final a una relación que saben, en la mayoría de los casos, acabara con sus vidas.

Cuando se habla de igualdad, se menciona invariablemente a los consejos de administración de tal o cual entidad, pero para poder llegar a eso hace falta comenzar por el principio, por la cultura en la igualdad desde la enseñanza ( y no solo porque el colegio sea mixto ), en el respeto a la mujer desde la infancia, en el cumplimiento de la ley impidiendo a los empresarios que impongan a los hombres sobre las mujeres, o a las mujeres jóvenes en detrimento de las que tienen más experiencia (en este país, experiencia en la mujer es sinónimo de vejez y decrepitud) argumentando que no están suficientemente cualificadas, impidiendo con ello el acceso de la mujer en igualdad de condiciones a todos y cada uno de los puestos y sectores de un país misógino y patriarcal, que pretende mantenernos en el limbo de la maternidad y el servilismo.

Este es el país de la princesa de Éboli, de Victoria Kent, de Margarita Salas, de Rosalía de Castro, de Rosa María García-Malea (la primera mujer en pilotar un caza de combate), mujeres únicas en su tiempo que a pesar de las dificultades marcaron un antes y un después, el camino a seguir para las que las siguieron y las que seguirán, quiero pensar que tengo algo de todas ellas en mí. Pero las otras todas, las que no hemos llegado a formar parte de la historia y solo somos esa base trabajadora de la que se nutre el país, silenciosa y anónima, pero que intenta cada día hacerse un hueco en un entramado tupido y carente de derechos para ellas, todas las demás, digo, ¿merecemos el oscurantismo y la falta de oportunidades?, ¿merecemos que nuestra muerte sea un apunte en medio de los informativos?

Nuevos tiempos llegan, nuevos gobernantes, nuevas ilusiones, espero que nuevas sensibilidades que sepan poner en valor a la mujer (no necesariamente teniendo que llevar a los niños al trabajo, incluido el Congreso de los Diputados ) para ser un ciudadano de pleno derecho y no una rémora de los que al final, cansados de una propiedad nunca dada, decidan romper el juguete y tirarlo a la basura, porque ya se cansaron de entretenerse con él.

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