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Entendederas

El esfuerzo de los políticos por adueñarse de la opinión pública

Mariano Rajoy ha dicho recientemente que se debe a sus siete millones de votantes y que estos no entenderían la abstención del PP ante un hipotético Gobierno del PSOE con Ciudadanos. Por fin, el líder popular ha soltado la frasecita, que acredita que también forma parte del círculo selecto de los que conocen personalmente a todos y cada uno de los individuos que les han votado, tanto y tan bien que hasta perciben sus pensamientos, sus capacidades intelectuales y sus limitaciones.

Eso de que los votantes de tal o cual partido no entenderían esta o aquella cosa ya lo habían dicho con anterioridad un montón de políticos. Es más, Pedro Sánchez incluso llegó a hacer ostentación de conocer los límites del entendimiento de los propios y de los ajenos, cuando dijo aquello de que los votantes del PSOE y de Podemos no entenderían que Iglesias y él no se pusieran de acuerdo. Seguramente este conocimiento venía de antiguo, de cuando no existían los círculos morados y todos echaban en las urnas puños y rosas.

Se diría que, tras ser elegidos, los políticos adquieren unas extraordinarias facultades extrasensoriales, de tal manera que son capaces de percibir simultáneamente las desconexiones neuronales, la falta de luces y la flojera mental de todos sus votantes ante un asunto determinado. Definitivamente hay que concluir que la democracia es maravillosa porque, con su ejercicio, no sólo el pueblo elector otorga el poder político a los elegidos, sino que también crea entre ellos una conexión telepática múltiple. De esa forma el político investido puede saber, en cualquier momento e inmediatamente, hasta dónde llegan las entendederas de sus partidarios para aceptar cualquier proposición.

Se podría replicar que esa capacidad paranormal de conocer lo que entenderían o no los votantes de unos u otros partidos no es exclusiva de los que se dedican a la cosa pública. Ciertamente también la tienen y la ejercitan con gran autoridad los tertulianos habituales de la radio y la televisión. Pero esto no merece mayor consideración y detenimiento, porque es notorio que los asiduos de las tertulias en los medios de comunicación saben de todo y sobradamente, sea de los delitos y las penas, sea del régimen jurídico de las administraciones públicas y del procedimiento administrativo común, sea de la balanza de pagos de China, sea de las técnicas malabsortivas de la cirugía bariátrica, sea de las últimas lágrimas de la Belén Esteban.

Si usted no ha votado a determinado partido no debería afectarle demasiado que algún dirigente del mismo haga alarde del conocimiento mágico que pueda tener del cacumen de sus electores. Tendría que serle indiferente que diga que sus votantes no entenderían alguna decisión posible. Probablemente ese sujeto tenga razón y los que le han apoyado en las urnas sean duros de mollera, de mente perezosa y con escasas entendederas. Es posible que sepa que, si su electorado no tuviera tan poca sesera, nunca hubiera salido elegido.

Lo que resulta totalmente inaceptable es que esos mismos vicios intelectuales se atribuyan a toda la población. Es el caso de cuando alguno dice, por ejemplo, que los avilesinos, los asturianos o, incluso, los españoles no entenderían alguna cosa. ¡Hasta ahí podíamos llegar! ¿Acaso me está llamando ignorante, torpe, burro, zoquete, memo, tarugo, alcornoque, mostrenco, adoquín, lelo, idiota, zopenco, animal, obtuso, cerril, necio, tardo, lerdo, bruto, imbécil, bobo, papanatas, negado, incapaz, atrofiado, zote, inútil, mendrugo, ceporro, bestia, cernícalo, bodoque, inepto, mentecato, sandio, tonto, majadero, besugo, mastuerzo, badulaque, pazguato, gilipollas, comemierdas o estúpido redomado? Corto de entendederas será usted, señor mío.

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