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Retórica parlamentaria: de la cal viva a limpiar la casa

Tras la frustrada sesión de investidura de Pedro Sánchez

Hace unos días, la llamada sede de la soberanía nacional vivió una jornada a medio camino entre la historia y el esperpento durante la primera jornada del debate de investidura. Nunca desde la restauración de la democracia se vivió un espectáculo político-oratorio tan desconcertante como hilarante. De los oradores, algunos mostraron muy pocas habilidades retóricas y mucha verborrea en la estructuración de sus discursos, alejándose de lo que mandan los grandes tratadistas como Jovellanos, quien no sólo escribió un excelente tratado de retórico, sino que nos dejó una pieza oratoria singular en su Defensa de la Junta Central, de obligada lectura para todos los que pisan las alfombra del Congreso de los Diputados.

Empezó la mañana Mariano Rajoy, quien ofreció a todos los que quisieron oírla la mejor pieza-oratoria del día: sólida, contundente, perfectamente estructurada en su forma, sin alardes teatrales y con momentos estelares y, en la ironía, contundente. La respuesta del candidato a la investidura de Presidente del Gobierno fue más plana y con una estructura retórica más débil por menos convincente, porque si la retórica es el arte de bien hablar, para persuadir, Pedro Sánchez lo tuvo muy difícil porque sabía de antemano que su empresa, ser investido presidente, era por la aritmética, imposible. El representante de Podemos pronunció como se esperaba de él un discurso demagógico, atrevido y embarullado en el que se preocupó sólo de la ironía, el insulto y el sarcasmo, con una dialéctico típicamente marxista y simplista, pero de gran efectividad mediática por los exabruptos y las ocurrencias, algunas de los cuales provocaron lo que quería: la respuesta airada de aquellos a quienes iban dirigidas.

Más contenido en la forma y menos convincente en el contenido fue el discurso de Rivera, aparentemente alejado de la algarada mitinera y del barullo asambleario universitario, pero corrosivo con el Presidente del Gobierno en funciones porque, desde que firmó el pacto con el PSOE, el discurso del líder de Ciudadanos ha perdido frescura y sinceridad y ha ganado en monotonía abusiva, centrando sus argumentos en el tópico y mantra de "limpiar la casa" del PP y poco más.

Con este breve análisis formal desde el punto de vista del arte de persuadir, no se trata de saber quién ganó o quién perdió desde los contenidos la primera jornada del debate de investidura, porque muchos eran contrarios cuando no contradictorios y ese análisis pertenece a los politólogos y a los que se dedican a la difícil tarea de la hermenéutica de los enigmas de los discursos políticos, misión casi siempre imposible. Porque hoy, los políticos no dicen lo que realmente piensan sino lo que tienen que pactar cada día.

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