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Doctor en Ciencias | Políticas y Sociología

Religión y política

La relación del poder público con la Iglesia católica

Existe un salmo que se reza en el lavatorio de manos de la misa que dice así: "Líbrame Señor de los hombres malvados y perversos, cuyas mentes están llenas de iniquidad y su diestra colmada de sobornos"

Estas frases, que parecen estar escritas recientemente, deberían de sugerir a quienes vemos y leemos día por día los continuados escándalos que se producen en el ejercicio de la política, la necesidad de buscar en la moral cristiana una mayor observancia de la honestidad y de la decencia.

Ahora que es moda política denostar a la Iglesia Católica culpando a sus representantes de reaccionarios, inmovilistas y otras muchas más cosas, todas ellas despectivas, creo que sería provechoso leer e informarse sin prejuicios de la verdadera doctrina de Cristo y volver los ojos a la moral cristiana, en vez de hablar de ética laica, cuyos resultados prácticos están dejando mucho que desear.

Si cuantos hacen de la Iglesia el objetivo de sus odios y de sus burlas estuvieran mejor informados y fueran menos sectarios, verían con asombro que de las enseñanzas de la religión cristiana, desde los primeros tiempos, no se derivan más que buenos consejos y mejores perspectivas de bienestar social, aunque otra cosa sea que el cumplimiento de dichas enseñanzas no sea practicado con celo y dedicación por una parte de los propios creyentes.

Evidentemente, hay malos ejemplos y es a ellos hacia a los que se mira, dejando en una difuminada nebulosa las muchas y buenas acciones que ejecutan los cristianos comprometidos con las enseñanzas de su religión. Por citar solo algunos, me detengo a pensar en Cáritas, en Manos Unidas, en Mensajeros de la Paz y en la ingente labor caritativa y desinteresada que los misioneros católicos llevan a cabo entre los más desheredados de las regiones del Tercer Mundo. Sin embargo, los interesados en la persecución ideológica de la Iglesia, se empeñan en ignorar voluntariamente lo bueno de su doctrina, para fijarse preferentemente en el incumplimiento que de ella hacen sus miembros.

El incumplimiento de cualquier norma legal por injustificable que sea, es habitual en todas las prescripciones positivas, porque en el hombre existe una clara tendencia innata a eludir cualquier deber que implique sacrificio. Así vemos que es habitual mentir en propio provecho o tratar de eludir el cumplimiento de muchas obligaciones, familiares, sociales, legales y políticas.

Pero, volviendo a nuestra reflexión política, tendríamos que repudiar sin paliativos esa actitud cotidiana en mítines y parlamento, llena de discursos ofensivos, insultantes, rastreros a veces, combativos contra la moral cristiana y siempre interesados por parte de los jerarcas de los partidos, en mantenerse a toda costa en el poder, aunque para ello tengan que comprar voluntades o, lo que es peor, lo que hacen algunos que tratan de enriquecerse a costa del soborno o de la corrupción.

No puedo por menos de pensar en estos personajes cuyas actitudes son notoriamente irregulares, los cuales, envolviéndose en sus banderas y en sus ideologías tratan de disimular sus apetencias inconfesables, proclamando a los cuatro vientos su patriotismo de vía estrecha.

Salvando las honrosas excepciones de quienes están en la política con un meritorio afán de servir, incluso sacrificando sus legítimos intereses personales, recuerdo la famosa frase del doctor Johnson, aquel ilustrado inglés, que pensando en ese tipo de hombre público al que me refiero, dijo: "El patriotismo es el último refugio de los canallas".

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