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Cuando Pepe se hizo llamar Josep

Sobre la identidad del nuevo secretario general de UGT

Conocía a Pepe porque estábamos en lo mismo, solíamos encontrarnos, por el mundo adelante y, además, era asturiano. Pero cuando lo fui a ver, a la sede de UGT que está al final de la Rambla de las Flores, al lado del Museo de Cera, en Barcelona, me encontré con que en la puerta de su despacho ponía: Josep María Álvarez.

"¡Pepe no me jodas?! ¿Qué ye eso de Josep?" Dije nada más entrar. "Muy sencillo? Soy el Secretario de la UGT en Cataluña". "Eso ya lo sé, pero tu yes de Alvariza, Belmonte, y estudiaste en Noreña". "¿Y qué pasa?... ¿No puedo ser asturiano y catalán??" "Puedes ser lo que quieras? Como si quieres ser aquel negrito del África tropical que cultivando cantaba"?

De aquella visita han pasado ya unos cuantos años y algunos menos desde la última vez que nos vimos, que fue en Madrid, pero cuando leí que Pepe había sido elegido secretario general de UGT no pude por menos que acordarme de Josep y de una obra de Oscar Wilde que fue traducida al castellano como "La importancia de llamarse Ernesto". Una traducción poco afortunada pues lo correcto hubiera sido: "La importancia de ser serio o La importancia de ser formal". Cualquiera de los dos títulos antes que Ernesto, ya que Wilde, lo que pretendía decir, con el juego de palabras Ernest-Earnest, era que ciertos nombres propios nos predisponen a pensar que, quien los tiene, tiene también las virtudes que el nombre sugiere.

El caso fue que aquel letrero, en la puerta del despacho de Pepe, no lo decía todo. Acababa en Álvarez porque los letreros son limitados y dan para lo que dan, pero luego me enteré de que Pepe firmaba como Josep María Álvarez i Suárez. Casi me da un soponcio. Menos mal que reflexioné y llegué a la conclusión de que la vida en Cataluña debe ser tan dura y excluyente que los asturianos que viven allí no solo se ven obligados a cambiar el chorizo a la sidra por la butifarra y "les cebolles rellenes" por los Calçots, sino que algunos sufren tanta presión en su identidad personal que acaban tontos perdidos del nombre y los apellidos.

En la obra de Wilde, que decíamos antes, el protagonista miente sobre su nombre para resultar más atractivo a una chica. La mentira, al principio, funciona pero luego, como era de esperar, no acaba bien. La chica de la que estaba enamorado, y ante la que había fingido llamarse Ernesto, pone las cosas claras, deshace el equívoco y dice que solo se casará con "Earnest"; es decir, con un hombre serio.

Pepe, lleva tiempo enamorado de Cataluña, pero no sé yo si habrá logrado que Cataluña lo acepte, y se case con él, por ese detalle de añadir una "p" a José. En mi opinión, aunque su nombre lo escriba así, es fácil advertir que no es quien dice ser. No es Josep ni Pepet. Es un paisano que nació en Belmonte y emigró a Barcelona, donde lleva casi cuarenta años. Lo cual no quiere decir que deba sentirse asturiano. Puede sentirse de aquí, de allá o de dónde le apetezca. Está en su derecho si quiere renunciar al Paraíso y elegir el infierno. En cualquier caso, sigo sin ver la importancia de llamarse Josep. Pienso que siempre es más importante ser que llamarse.

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