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Abogado, miembro de la directiva de la Asociación Europea de Abogados y Economistas en Compliance

Nuestras empresas y sus stakeholders

A la pregunta de si los ejecutivos de las compañías, siempre y cuando cumplan las leyes, tienen otras responsabilidades además de maximizar las ganancias de sus clientes, respondía Milton Fridman, en su famoso artículo "la responsabilidad social del negocio es aumentar sus beneficios" publicado en el "The New York Times" el 13 de setiembre de 1970, con un tajante "no".

Para Fridman el priorizar la atención a causas sociales o proyectos comunitarios suponía tanto como robar a los accionistas; pero, precisamente, fue en la década de los 70, debido a los cambios sociales, que obligaron a las compañías a tomar en consideración las peticiones de distintos grupos afectados por la concepción liberal de la obtención del beneficio a toda costa como motor de la empresa, cuando comenzó a construirse la idea de una ética empresarial, separadamente de la ética general, deslindando la misma del "mito de los negocios amorales".

En su artículo "Stockholders and Stakeholders: A New Perspective on Corporate Governance" (1983) Edward Freeman mostró la manera de cómo la responsabilidad empresarial debía integrar no solo el interés de los accionistas (stockholders) sino de todos los grupos de interés afectados (stakeholders) de los que los accionistas eran solo un subgrupo.

Desde entonces, mucho se ha escrito sobre los stakeholders, que en definitiva son todos los individuos o grupos que pueden afectar o ser afectados por una corporación, llegando a incluir en este concepto a los empleados, los clientes, los proveedores, financiadores, gobiernos y comunidades en las que opera la corporación, además de por supuesto los propios accionistas e incluso los competidores. Precisamente alrededor de los stakeholders se construyó la idea de responsabilidad social corporativa, siendo precisamente los grupos de interés afectados por una corporación y la actitud de ésta frente a ellos la pieza clave de lo que llamamos "responsabilidad social empresarial", que en esencia de lo que trata es de gestionar adecuadamente las relaciones de la empresa con los distintos individuos y grupos de interés con ella relacionados y, en definitiva, como decía el propia Freeman "conectar lo estratégico con los social y lo éticamente debido".

Hoy en día, se va imponiendo la idea de que la atención de los stakeholders como prioridad de la dirección es el mejor camino para conseguir los objetivos y metas empresariales incluido el máximo beneficio de los accionistas, porque las empresas que asumen voluntariamente una política de responsabilidad social empresarial, intentando elevar el nivel de bienestar social de sus propios empleados y de las comunidades donde actúan, respetando el medio ambiente y adoptando un modelo de gobernanza transparente y abierto, mejoran su competitividad, al fidelizar a sus clientes y aumentar el compromiso y lealtad de sus empleados; mejoran las relaciones con la comunidad en la que actúan; posicionan la marca y mejoran la imagen de la empresa ante la opinión pública y ante los inversores.

Esta mentalidad de gestión involucrada en el correcto tratamientos de los stakeholders ha ido teniendo reflejo en determinadas recomendaciones de organismos internacionales: Directrices de la OCDE en materia de responsabilidad social, principios del pacto mundial de Naciones Unidas en materia de derechos humanos, trabajo, medio ambiente y anti-corrupción, "Libro Verde y Comunicaciones de la Unión Europea" y otras iniciativas institucionales, como son en España el "Libro Blanco de la Responsabilidad social Empresarial", la Ley 2/2011 de Economía sostenible y, más recientemente, la Estrategia Española de Responsabilidad Social Empresarial.

La escasez de recursos y de tiempo son una de las excusas que ordinariamente dan las pymes para implantar modelos de responsabilidad social en la gestión; sin embargo, al estar precisamente las pymes y sus gerentes en su actividad diaria más cercanos a sus propios trabajadores, clientes, proveedores y comunidades en las que operan, pudiendo pulsar día a día los estados de ánimo e intereses de todos ellos, son las pymes las mejores conocedoras de sus necesidades y demandas, lo que se traduce en que las medidas de responsabilidad social que adopten serán siempre más acertadas y tendrán, por ello, un retorno casi inmediato.

También las grandes empresas, de las que tenemos varias en la comarca, deberían implementar políticas sociales eficaces que les permitieran establecer vínculos con la comunidad que les rodea, y minimizar los impactos ambientales negativos como primeras prioridades, todo ello dando a conocer las actuaciones que aborden en esta materia, con una política de comunicación acertada.

Precisamente, si las grandes empresas ubicadas en la comarca tuvieran un compromiso firme con políticas de responsabilidad social, realizando proyectos y programas eficaces, ello redundaría en provecho de toda la comarca y de sus ciudadanos y actuaría como acicate y motor apto para devolver la ilusión y crear una conciencia de pertenencia a esta comunidad, que industrialmente lo fue todo y ahora se arrastra penosa y desmotivada ante un futuro incierto.

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