Estuve por momentos dudoso si publicar o no esto que a continuación podrán leer, hasta que al final me decidí. Y es que a veces hay que preguntar por las cosas, pero por su nombre.

Cuando domingos y fiestas de guardar los cristianos cumplimos con uno de los Mandamientos de la Ley de Dios y nos reunimos en el templo para oír misa pienso muchas veces, llegado el sublime momento de la comunión, si somos en ese acto comedores de hostias o, por el contrario, creemos realmente que estamos comulgando el Cuerpo de Cristo.

La ligereza con la que en los últimos tiempos se están tomando las cosas en España en todos los órdenes merece, creo, una seria y severa reflexión, atendiendo por un lado a los fieles católicos en lo tocante a religión y, por otro, a toda la ciudadanía en general asistiendo como asistimos día a día a la desintegración y quiebra de muchos valores en los que algunos nos educamos; y como asistimos y consentimos con suprema hipocresía a la eliminación de los mismos.

A los cristianos católicos nos matan todos los días a centenares de creyentes y misioneros en todo el mundo y la pasividad del mundo cristiano es, en principio, chocante y llamativa, si no sospechosa. Entre tanto, llega el domingo, vamos a misa y es entonces cuando me pregunto: ¿Somos comedores de hostias o comulgamos verdaderamente el Cuerpo de Cristo?

Y comenzamos otra semana, otra semana en la cual asistimos estupefactos algunos ciudadanos, y no pasa nada, a como toda una alcaldesa de una ciudad española increpa y hace saber nada menos que a miembros del Ejército que, en aquel lugar que comparten en aquel momento, no son bienvenidos. O a como unas descerebradas son capaces de airear sus pechos en un templo cristiano, reivindicando no se sabe muy bien qué cuestión. O a como esta Semana Santa asistiremos a ver desfilar las cofradías que con tanto amor y esmero se preparan durante el año, y a como algunos de los que asisten a verlas e incluso participan sólo se quedan con lo bonitos que van los pasos, formar parte del cortejo o qué bien bailaron al santo los cofrades.

En fin, que existe cierta simpatía entre el consciente ciudadano de la urbe, mero trozo de carne deambuladora que asiste impasible a la quiebra de sus sistema de valores, y el buen cristiano, que cumple a su modo y come hostias (que no comulga) domingos y fiestas de guardar.

Comulguemos a Cristo los cristianos sin vergüenza e impliquémonos con hechos y no sólo con palabras en el acontecer diario de la urbe.

Felices Pascuas.