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La otra realidad

Epílogo de Semana Santa

La fe como camino en el día a día

Cuando los fervorosos creyentes estaban esperando, con creciente devoción y suma expectación, la llegada del hombre de Dios cuyo discurso tanto necesitaban oír para encontrar el templo de la paz solemne en medio de los avatares de la fuerte devastación reinante, alguien dijo que esa persona no podía llegar. Llenos de temor, ansiosos ante una cruda realidad que jamás habían imaginado, se echaron las manos a la cabeza pidiendo al cielo la ayuda necesaria. Entonces, milagrosamente, sin saber de dónde salía e ignorando su procedencia, contemplaron cómo un joven, completamente desconocido, se acercó hacia ellos; tomando con gran alegría e ilusión la palabra, les dijo:

"No tengáis miedo del hombre, sino de las malas obras que bullen en su conciencia. Cuando veáis a un niño en brazos de su madre será como si contemplarais el cielo en la tierra. No dudéis jamás de vuestro corazón, seguid los sabios consejos internos de vuestra alma; cuanto más lejos estéis de vosotros mismos más pronto se acercará el final de los tiempos que tanto teméis. Amad a vuestros enemigos, haced el bien sin parar: en estos breves consejos se condensan las más sabias enseñanzas de todos los tiempos y se reúnen las más singulares aspiraciones de la eternidad. Todos los que ayudan a su prójimo entran, por derecho propio, en la casa de mi Padre.

No imitéis a los que lloran por caprichos vanos o anhelan los bienes que no les pertenecen para aparentar lo que no son; atesorad tesoros en vuestro interior, donde nadie pueda mancillarlos para que crezcan como un árbol de raíces profundas. No huyáis de la tentación: sentirse acosado por las fuerzas enemigas del espíritu es señal de elevación, el signo inequívoco de una alta conciencia divina; elevad vuestros ojos al cielo, abrid los brazos con amor: recibiréis las fuerzas necesarias para seguir caminando hacia la luz que todo lo penetra. No tengáis prisa en dejar la infancia atrás; cuando el niño eterno crece por dentro el mundo se tiñe del color de las grandes gracias y virtudes. No luchéis contra el mal; haced el bien y el mal desaparecerá solo. Poneos siempre en el lugar de los demás, no hagáis a nadie algo que no quisierais que alguien os hiciera a vosotros, que de vuestros labios sólo salgan palabras buenas, educad el corazón para que las lágrimas que brotan. De su centro alivien las heridas de los que sufren sus constantes miserias. Alimentad vuestra fe para que aumenten los frutos inapreciables del espíritu y las cosechas felices de vuestras buenas obras se conviertan en el altar en el que rindáis culto de agradecimiento a diario.

No hagáis caso de los que predican magnas tragedias y desgracias; huid, como de la peste, de los enemigos del bien, los amantes del poder, los discípulos del mal entregados a innobles causas materiales y a todos aquellos hipócritas e indeseables, que dicen una cosa, piensan otra y hacen todo lo contrario. En el camino de mi Padre, que está en los Cielos, hallaréis la energía que necesitáis para ser felices, la fuerza que os procurará la victoria sobre la adversidad y el refugio seguro para hablar en lenguaje sagrado con los ángeles que os ayudan a despertar. No despreciéis las cosas sencillas: en su seno se esconden los mayores premios imaginables. Sed prudentes como madres, astutos como sabios, inocentes como seres atentos y buenas penosas como hijos de la eternidad. Ayudad hasta el final de vuestras fuerzas a los que sufren, sonreid a los que no se soportan a sí mismo para crear, entre todos, un valle fértil de prosperidad y una humanidad mejor. Cuando veáis la luz que cura todas las enfermedades me encontraréis allí, entre vosotros, para anunciaros el camino de regreso al Padre".

Cuando pronunció esas palabras, un silencio desgarrador se adueñó del ánimo de los circunstantes. Todos quedaron en silencio, la nube del temor se disipó por completo; poco a poco, fueron abandonando el sagrado lugar mientras en el exterior los hombres poco evolucionados disputaban y se mataban entre sí pro cuestiones nimias de celos, ambiciones, desmesuras y orgullos insoportables.

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